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La exposición se ve en la sala Historias para Repensar del Museo de Antioquia. Foto: Julio César Herrera. -
La curadora Esther García Guillén explicando uno de los dibujos de la exposición. Foto: Julio César Herrera -
Dibujos de la Expedición Botánica de Mutis están de visita en Medellín
Llegaron a Medellín 23, dos ectypas y tres ejemplares de herbario de la Real Expedición Botánica de Mutis. Véalos en exposición.
La Cinchona lancifolia tiene en su nombre a Mutis. El dibujo que está expuesto en Mutis, la expedición continúa, en la sala Historias para Repensar del Museo de Antioquia, es una acuarela y témpera sobre papel verjurado que mide 540 por 360 mm. Es uno de los 23 dibujos de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada que llegaron desde el Real Jardín Botánico de Madrid después de 207 años de haberse ido de Colombia: es la primera vez que están en Medellín de visita. Las puede ver hasta el 30 de junio.
La Real Expedición liderada por José Celestino Mutis duró 34 años: empezó en 1783 y terminó en 1816, en los últimos ocho años liderada por Sinforoso Mutis, su sobrino, porque él murió en 1808. El área de exploración fue de 8.000 kilómetros cuadrados y llegó a tener un equipo de 40 artistas. La Expedición dejó cerca de 20.000 ejemplares de herbario que fueron los insumos para las cerca de 6.000 ilustraciones que están resguardadas en el Archivo del Real Jardín Botánico de Madrid. De esa colección, 23 dibujos originales, tres ejemplares del herbario de Mutis y dos ectypas del sabio Caldas viajaron a la ciudad para la exposición, que celebra los 50 años del Jardín Botánico de Medellín y los 140 del Museo de Antioquia, las dos instituciones que se unieron con el Real Jardín Botánico para hacerla posible y en la que llevan trabajando un año y medio.
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El recorrido
La muestra se organiza en un recorrido guiado por los pisos térmicos. Inicia en zonas cercanas con poca elevación (unos 500 metros) sobre el nivel del mar y termina en la altura del páramo. Hay árboles, dibujados por la ilustradora Elizabeth Builes con ayuda de Fabián Orozco y Sara Ramírez, que lo van llevando: en esos árboles van cambiando el color y los elementos, de lo oscuro a lo claro, de tener espinas a tener un musgo que protege. La ilustradora explica por ejemplo que en las zonas más altas el bosque es más pequeño: esos son los cambios que se van notando mientras recorre la sala, y según la altura ahí estarán los dibujos, según la especie, y que encaja perfecto con uno de los intereses de la muestra: traerlos al territorio, a lo real, a los usos culturales, a veces alimenticios. De ahí que haya mapa de localización de las especies, el lugar donde se encuentran hoy, la información general. El museógrafo Carlos Betancourt precisa que se trata de que sea cercano a la gente, que sientan que es parte de su existencia, de su mundo, de su paisaje. El pasado tiene que ver con el presente, y había entonces que vincularlo.

Betancourt explica que cuando estaban planeando el trabajo con el equipo curatorial se enfrentaron a que tenían unos objetos preciosos, piezas artísticas e icónicas en muchos sentidos, así que había que preguntarse a qué darle valor: no querían, dice, hacer una exposición de grandes obras puestas ahí, sin contexto, y como los curadores ya se habían preguntado por lo ecosistémico, trabajaron con los científicos y llegaron al recorrido de los pisos térmicos.
Esto es importante porque con la muestra hay una intención, dice Marcela Pérez Ramírez, curadora junto a Dubán Canal Gallego, licenciado en biología e invitado externo, y Esther García Guillén, del Real Jardín de Madrid: además del valor cultural y artístico que tienen los dibujos, se trata de resaltar el valor científico. Los científicos liderados por Mutis tenían la intención de catalogar toda la flora del territorio, y lo que hicieron es una de las primeras narraciones científicas de la diversidad biológica de Colombia, lo describen en el catálogo de la exposición. De ahí uno de los mensajes que se tienen con la exposición: generar consciencia de conservación. Poner la conversación en el presente, porque la biodiversidad, de la que depende el ser humano, está en peligro. Dentro de las piezas expuestas, en forma de reproducciones, hay tres especies que están en riesgo de extinción, el Centropogon pinguis E. Wimm, las zamias y, muy conocidas, las palmas de cera.
Mutis, la Expedición continúa tiene un componente moderno a través de cinco artistas que muestran su visión y que aparecen a lo largo del recorrido, conectándose con los dibujos. Son Alberto Baraya, Camilo Echavarría, Edwin Monsalve, Liliana Angulo y Abel Rodríguez. También hay tres ejes temáticos: Bosques de Colombia: desde Mutis hasta hoy, Historia, arte e identidades y Narrativas emergentes: otras interpretaciones de la naturaleza en Colombia.
Los dibujos
Elizabeth Builes, quien desde hace un tiempo hace ilustración científica, conversó así con alguien sobre estar viendo los dibujos originales de la Expedición: “Me siento como viéndole los calzones a la Virgen. Es como ver lo sagrado. Los detalles son absurdos”. En vivo se pueden ver los tachones, el papel sucio, asegurarse de que de verdad fueron hechos por personas, por artistas.
La curadora Esther precisa que son reproducciones de alta calidad, que incluso hay que mirar el color hueso del papel, que está hecho con lino y con fibra. Se llamaba folio atlántico y era el mismo que se usaba para hacer los mapas, uno de los mejores que se producían en la época, hecho con molino.
Los artistas estaban en el estudio de Mariquita, allí les llevaban las plantas. Ellos se especializaban en algún tipo de técnica, así que a veces un dibujante ilustraba una sola especie, y a veces una sola era hecha por varios, incluso el calígrafo que era el que ponía el nombre. Son dibujos, explica la curadora, sin movimiento, porque ellos realmente componían basándose en muchos ejemplares. “No están componiendo una planta natural, sino el arquetipo de la especie. Mutis decía que él pretendía que no hiciera falta ver la planta natural para poder describirla”.
La técnica utilizada era muy específica y muy trabajosa, comenta ella: la misma que se utilizaba para los camafeos, los retratos pequeñitos que son hechos con pinceles de un pelo. Por eso si se asoma bien al dibujo (aunque no se acerque mucho porque tiene más de 200 años y hay que cuidarlo) se ve que están hechos puntico por puntico. Por eso se demoraban, porque era muy específico. Además era la escuela de Mutis, que si bien no sabía pintar ni era artista, le imprimió al taller un estilo: belleza, cómo se reparte la planta en la hoja, los cortes, la simetría que da sensación de armonía. Para llegar a un dibujo hacían bocetos, ensayaban, iban armando para componerla. Esther señala que la colección tiene más de 6.000 piezas, y solo 2.000 son los dibujos terminados, porque lo demás son bocetos, cuadernos de anatomía, la preparación, la composición.
De ahí que como obras de arte hay que cuidarlas y todo está controlado en la sala: el ambiente, los elementos arquitectónicos, el aire acondicionado, la humedad. La temperatura no puede subir mucho, cuando entre a la sala estará en un ambiente entre los 17 y los 20 grados centígrados, y la humedad por debajo del 50 %. La luz no le puede dar directamente a los dibujos, de ahí que sea un espacio con poca luz, enfocada hacia la parte de arriba, con unos filtros que difuminan.
Mutis era un apasionado por la naturaleza y por las plantas, y pese a ser el líder de la Expedición, describió muy pocas especies, entre ellas la Cinchona lancifolia Mutis. Es una especie que con otras 1.000, escriben los botánicos Dubán Canal y Álvaro Idárraga en el catálogo de la exposición, constituye el género Cinchona, de la familia Rubiaceae. Algunas de su género son conocidas como quinas, que le interesaban tanto a Mutis: “Después del oro y la plata, la corteza de quina era el producto más apetecido durante el siglo XVIII en España”.
La exposición es un recorrido al pasado, a los dibujos que son el testimonio de la diversidad del país en el siglo XVIII y que a su vez son una pieza de arte que ha sido cuidada, que ha sobrevivido al tiempo, que es una muestra del talento de la época. También una reflexión a la actualidad de un país que está en los primeros lugares más biodiversos del mundo y, sin embargo, del que se conoce muy poco: en el catálogo de Colombia de 2016 se registraron más de 25.000 especies, pero es una estimación, un hasta donde han contabilizado. Falta mucho país por recorrer, dice el botánico Álvaro Cogollo. “Todavía no conocemos nuestra diversidad. Han pasado 200 años ya y no hemos terminado el trabajo de Mutis”. Por eso el título: la Expedición continúa.


Es periodista porque le gusta la cultura y escribir. A veces intenta con la ficción, y con los poemas, y es Camila Avril. Editora de la revista Generación. Estudió Hermenéutica Literaria.