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Chris Dancy usa unos 700 sensores, dispositivos y servicios que funcionan en su cuerpo y en su entorno cercano. Por eso lo han llamado “el hombre más conectado del planeta”.
El estadounidense captura toda clase de datos que le ayudan a evaluar su salud, el ambiente que lo rodea, su trabajo y sus relaciones con otros.
Conversamos con él telefónicamente mientras visita Estocolmo, Suecia.
En tiempo real mide su temperatura, presión sanguínea, oxígeno, volumen de su voz, humedad, luz... ¿Compartiría algunos de estos números con nosotros?
“Sí claro. En este momento mi ritmo cardíaco es de 57 y la temperatura de mi cuerpo es de 37.1°C; la temperatura de la habitación en la que estoy en es de 20.5°C, la humedad es del 53 % y la habitación tiene 43 decibeles de sonido”.
Está hiperconectado, y puede cuantificarse tanto como quiera a través de decenas de dispositivos. ¿Ser un cyborg lo ayuda a estar más conectado con la gente a su alrededor o de alguna forma lo aísla?
“Hoy en día me conecta con la gente a mi alrededor, pero hace tres años podía decir que me aislaba”.
¿Y qué ha cambiado?
“La forma en que uso los datos. Ahora lo hago de forma interconectada con otros. Así que ya no chequeo mi sueño a menos de que haya chequeado el de mi pareja con el fin de tomar decisiones al respecto. Solía estar interesado en todos mis números, sin embargo eso me generó soledad y decidí comenzar a buscar en otros y a compartirlos con mi familia y mis amigos”.
Así que mide a otras personas también, ¿cualquiera?
“Solo a mi pareja. Por ejemplo, él me comparte su actividad de sueño, su ubicación e información de conducción. Así que siempre estoy cerca de él de esta manera, porque cuando viajo no podemos estar físicamente juntos”.
Algunas personas son más entusiastas que otras en cuanto a la inteligencia artificial y los cyborgs. ¿Qué piensa de estos miedos?
“Creo que tenemos varias razones para temerle a la inteligencia artificial. Es definitivamente algo que nunca habíamos visto antes en la Tierra y tiene la habilidad de cambiar y afectar la vida. También creo que la vigilancia es un gran problema”.
¿La vigilancia y la inteligencia artificial serán un peligro?
“Con el tiempo lo será si no tenemos cuidado. Actualmente los líderes del mundo, desde Putin hasta el presidente Trump, han mencionado la inteligencia artificial. Igual los de grandes empresas tecnológicas como Elon Musk y Mark Zuckerberg, pero solo pocos como Musk o Putin perciben el peligro y creo que, aunque es muy pronto para saber, en este momento estamos pasando la línea delgada de ponernos en riesgo”.
Es muy interesante su propuesta de apropiarnos de nuestros datos. Lo que ve como problemático es que fácilmente los regalamos...
“Sí, por ejemplo, yo tengo un carro Tesla, pero como funciona con software, toda su información se va hacia Tesla. Así que yo no tengo la opción de revisar. Creo que, si quisiera, debería poder dar esa información a mi aseguradora y obtener tarifas más económicas, o a mis empleadores, para que ellos sepan cuánto me toma ir al trabajo”.
¿Y cómo podemos quedarnos con nuestros datos?
“Tenemos que trabajar con los gobiernos para hacer presión a las corporaciones. Yo estoy visitando Europa en este momento y aquí tienen muy claro que deben abogar por la privacidad y la seguridad de la información de los consumidores. Son los únicos en estar trabajando en esta presión, bueno, a excepción de China”.
Y también, ¿qué haríamos con nuestros datos?
“Yo creo que como con la comida en los ochenta, nadie sabía qué hacer con toda esa información puesta en los etiquetados de los alimentos. Primero aprobamos leyes para etiquetar los alimentos y luego comenzamos a hablar sobre la salubridad de estos, luego hubo programas educativos en las escuelas y campañas para comprenderlos y hacer uso de ellos. Creo que lo mismo debe suceder con los datos para que sepamos qué hacer con ellos. La situación es que no enseñamos a nuestros niños lo buenos que pueden ser los datos para ellos, pero si ellos entendieran que estos datos se pueden usar en casos médicos, o para entender crisis mentales o físicas. Así que debemos buscar una forma en que la gente maneje su propia información pero hay dos problemas en uno, porque tampoco entendemos cómo manejar esos datos. Así que necesitamos regulación del gobierno y educación al consumidor”.
Usted habla de hackear el tiempo. ¿Cómo es eso posible?
“Sí, yo enseño en clases de cómo hackear el tiempo. Cuando usamos tecnología, esta da forma a nuestra construcción del tiempo.
Si usted usa aplicaciones para preguntar cosas del ahora, entonces se acostumbrará al que el tiempo pase muy rápidamente. El pasado está, por ejemplo, en las fotos de su teléfono... así que enseño a la gente a usar sus teléfonos o su tecnología al mirar cada aplicación a la luz del tiempo, depende de si esta ayuda para el ahora, el pasado o el futuro. Y dependiendo de qué aplicación usan se verán muy ocupadas o muy relajadas”.
Ya que parece que todos estamos conectados, entonces todos somos cyborgs. ¿Cuál es el límite?
“Definitivamente todos somos cyborgs, aunque no tengas algún dispositivo electrónico, alguien más lo hace, así que lo somos por defecto. No creo que haya ningún limite, creo que la humanidad está evolucionando muy rápido, solo es cuestión de mirar nuestro cerebro y cómo pensamos y cómo medimos y cómo comprendemos... Si miramos 300 años atrás este tiempo nos parecerá bastante primitivo, pero igual podremos reconocernos e identificarnos con los humanos de aquella época, lo cual no creo que sea igual en 200 años a partir de hoy”.