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Invierno y cambio climático

La ola de frío en Norteamérica, aunque es parte de la estación invernal, tiene relación con el calentamiento global. Una muestra de las nuevas condiciones del clima en la Tierra.

08 de enero de 2018
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Infográfico
Invierno y cambio climático

En Norteamérica padecen el invierno más fuerte de los últimos años, con temperaturas de -30 y -40 grados en ciudades del nordeste, como Boston.

Una situación que empeoró con la formación de un ciclón bomba en zona de latitud media por fuera del Trópico, como se les conoce a estos fenómenos, que causó más estragos en áreas costeras.

Tal es el frío, que sirvió de excusa al presidente Donald Trump para mofarse en redes sociales de quienes hablan del calentamiento del planeta.

“En el este, podría ser el nuevo año más frío de los registros. Tal vez deberíamos usar un poco de ese calentamiento global por el que nuestro país, no los demás, pagaría trillones de dólares como protección. ¡Empaquémoslo!”

Pero ¿qué tiene que ver un invierno frío con el calentamiento del planeta?

Inviernos seguirá habiendo. Unos fríos, otros más calientes. La ola gélida que ha recorrido el nordeste americano proviene del Ártico, una región que se ha venido calentando al doble de ritmo que el resto del planeta.

Parece un contrasentido, considerando además que los años más calientes desde que se llevan registros se han presentado en esta década.

El calentamiento está modificando los patrones climáticos. Las olas de frío en el norte (tanto en Norteamérica como en Europa) han sido cada vez más frecuentes en las últimas cuatro décadas.

Las mayores temperaturas en la región ártica parecen incidir en el flujo de los vientos polares en la estratosfera, llevando temperaturas bajas mucho más al sur. Una influencia que se ha sentido incluso sobre las islas de San Andrés, donde se han mantenido condiciones climáticas adversas.

No solo están cambiando los vientos, sino otras condiciones en la atmósfera como la humedad, que incide en la lluvia, la nieve y en la fuerza de los huracanes.

Estos cambios están afectando a todo el planeta de una manera muy costosa en pérdidas de vidas y bienes.

La reaseguradora Munich Re en su informe anual acaba de reportar que en 2017 las aseguradoras tuvieron que pagar US $330.000 millones para cubrir las pérdidas por desastres naturales, el segundo mayor valor pagado hasta hoy tras el tsunami de Japón en 2011.

De esa suma, 135.000 millones solo en Estados Unidos por los efectos de los huracanes Harvey, Irma y María.

Además en todo el mundo, cerca de 10.000 personas fallecieron por esos eventos climáticos, un cuarto de ellas en la severa temporada de monzones en el sudeste asiático. Una cifra más alta que la de 2016 y para esa firma es solo un anticipo de lo que vendrá.

Lo que sucede con el clima hay que tomarlo con seriedad. Colombia misma vivió en carne propia una de las grandes tragedias con la inundación en Mocoa, Putumayo.

Los eventos extremos relacionados con el clima son cada vez más frecuentes y en este nuevo año, con La Niña activada, habrá que estar más atentos. No tendría explicación que alertados con suficiente tiempo, se repitan acontecimientos dolorosos.

Es una voz de alerta: dado que las nuevas condiciones climáticas seguirán presentes, se deben incluir en la planeación de obras de infraestructura, en los nuevos asentamientos humanos y en todos los campos de la economía.

La adaptación a estos patrones del clima será esencial para garantizar un futuro justo con las nuevas generaciones.

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