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La vida de Yolanda Reyes, es decir, lo que ella hace, puede resumirse en una sola frase: ella lee, escribe e invita a leer.
Es una de las escritoras reconocidas de Colombia y su nombre se asocia a la literatura infantil, aunque ha incursionado en narraciones dirigidas a un público general.
Sus columnas que aparecen en El Tiempo, aluden a distintos aspectos de la vida nacional. La política, la vida social, la literatura, la (falta de) equidad entre mujeres y hombres. Hablamos con ella sobre lectura y escritura.
Usted nació en Bucaramanga. ¿Se trasladó a Bogotá cuando iba a estudiar en la Javeriana?
“No, a Bogotá me trajeron mis padres mucho antes, en el tiempo en que yo no decidía: tenía tres años cuando ellos optaron por trasladarse a Bogotá”.
A usted se le conoce como escritora, periodista, editora, promotora de lectura, profesora. Parece haber unido esas labores en una.
“Sí, he tratado de unirlas. En el fondo, mis actividades son leer, escribir y formar lectores. Mi trabajo es alrededor de la literatura. Como editora, dirijo la colección Nidos para la Lectura, antes de Alfaguara. Hago la lista de deseos con los libros que adoro y creo que debemos leer”.
¿Como autora, nada con más naturalidad en la literatura infantil?
“No me gusta que me encasillen en la literatura infantil. ¿Qué quieren decir con esto? ¿Infantilista? Me interesa la infancia como tema. Pero tengo obras de literatura juvenil y de público general”.
¿En la infantil, su método está en escuchar a los niños? ¿Le seduce la forma cómo estos se expresan?
“No se trata un método deliberado. Dedico horas a escuchar a los niños, a conversa con ellos. Y cuando digo ‘conversar’, no me refiero a que yo hable y ellos escuchen, sino que ellos me cuentan cosas también.
Muchas veces, las conversaciones con niños o jóvenes me despejan el panorama cuando estoy escribiendo un relato”.
¿Para escribir, cómo investiga o documenta sus obras?
“En la literatura, más que investigación es exploración. Pongamos como ejemplo Qué raro que me llame Federico, una historia en la que una madre adopta a un hijo y lo lleva al extranjero; luego, él vuelve a Colombia a buscar sus raíces, su familia biológica. Investigué el proceso de las mujeres que no pueden tener hijos y se someten a fertilización; sobre la burocracia y la parafernalia médica; sobre cómo llega una mujer madura a adoptar un hijo... Pero la investigación es lo más fácil. En cambio, el trabajo creativo, buscar voces, decidir que serían dos personajes, que lo narraría en primera persona... La creación literaria en sí, es lo más difícil”.
A quienes fomentan la lectura, uno se los imagina a toda hora ideando estrategias para convencer a otros de que leer es ideal.
“No tengo una estrategia en especial. Solo la de poner libros en un canasto y dejar que los niños se acerquen a ellos y encuentren voces que les cuenten las historias. Hacer horas del cuento”.
¿Por qué cree que es necesario fomentar la lectura?
“La lectura literaria despierta emociones. Va al interior de los seres humanos. Una sociedad sin lectores está más expuesta a tragar entero. La lectura brinda alternativas para resolver las diferencias, porque muestra que las cosas tienen matices. Con la lectura se forma un pensamiento más flexible”.
En columnas, usted describe escenas de discriminación o subvaloración de las mujeres. ¿Cree que a las escritoras les da más lidia conseguir reconocimiento y credibilidad que a los escritores?
“En el mundo todavía no hay paridad. No solo en escritura, sino en todas las actividades y en formas a veces veladas. Hace días vi una fotografía de un consejo de seguridad: no había ni una mujer. En la ciencia no hay tantas mujeres como hombres. En la literatura se mira todavía la literatura femenina como de menor envergadura. Sé que la manera de escribir de las mujeres es distinta a la de los hombres porque uno escribe con el cuerpo, las experiencias, las tripas, pero la literatura femenina es subvalorada, aunque nadie se atreva a reconocerlo públicamente”.