Miles de colombianos que sufrieron la guerra pierden cada día la esperanza de que eso que llaman posconflicto toque la puerta de sus comunidades.
El Bajo Cauca e Ituango, en Antioquia, son hoy apenas una muestra de los estragos que ocurren en Colombia desde que las Farc dejaron de ser guerrilla. Volvieron a verse las romerías de desplazados, que con lo que llevan puesto o con cualquier talego al hombro llegan a los pueblos a lomo de mula, a pie o en chivas o como les toque, huyendo de las amenazas o de los enfrentamientos entre grupos armados. Llegan generalmente a los pueblos que hace una década veían a los mismos campesinos llegar desarraigados.
Así entonces, el conflicto armado no terminó con la dejación de armas de las Farc y lo más grave es que en muchas de las comunidades que se esperaba vivieran en paz gracias al Acuerdo, la situación humanitaria es mucho más precaria que cuando estaba la guerrilla en esos territorios, como lo explica Christoph Harnisch, director de la delegación del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en Colombia.
“Durante 2017, dimos seguimiento a más de 550 casos de violaciones recientes al derecho internacional humanitario (DIH) y al derecho internacional de los derechos humanos, tanto en zonas históricamente vulnerables como en lugares donde hubo reordenamiento de grupos armados. En particular, nos preocupan departamentos como Chocó, Nariño, Norte de Santander, Cauca, Guaviare, Antioquia, Arauca y Caquetá”, dice el informe anual que será entregado hoy a las 8:30 a.m. en Bogotá.
Además, denuncia la publicación, las situaciones de conflicto que se siguen presentando en el país más de un año después de firmado el Acuerdo de paz. “Es alarmante que continúen los casos de desaparición, las amenazas, los homicidios selectivos, la violencia sexual, los desplazamientos masivos y gota a gota; las extorsiones, el confinamiento, las minas antipersonal y otros explosivos, el control social y la vinculación de menores de edad a grupos armados y pandillas”.
Según los reportes de la Unidad para las Víctimas, el año pasado se registraron 77.000 nuevas víctimas del conflicto armado en el país.
La situación, dice Harnisch, es clara: “la institucionalidad no llegó a tiempo a los territorios abandonados por las Farc. Aunque hizo esfuerzos no fueron suficientes, y los intereses de control territorial de viejos y nuevos grupos armados han dejado a muchos civiles afectados. Notamos que faltaba rapidez y faltaba ambición para implementar lo acordado en La Habana. En este sentido, hay una cierta frustración que se ve particularmente en el terreno”.
Como advierte el gobernador de Antioquia, Luis Pérez Gutiérrez, “el posconflicto se diluyó”.
Sin embargo, el fin del conflicto sigue siendo la bandera del gobierno de Juan Manuel Santos, quien entre sus mayores triunfos cuenta con haber logrado el desarme de las Farc, la guerrilla más vieja del continente.
“Hoy por fin, sin el lastre de un absurdo y cruel conflicto armado con las Farc, podemos empezar a cumplir –de verdad– con ese compendio de derechos y garantías que es nuestra Carta Política. Les corresponde a ustedes disfrutar ese mejor país que les estamos dejando. Les corresponde a ustedes desarrollar su potencial. Y, reitero, les corresponde a ustedes defenderlo. Colombia está en sus manos. Protejan la paz, que es la base fundamental para seguir construyendo el país que todos queremos –el país que ustedes se merecen–”, dijo hace pocos días el presidente en la ceremonia de consagración de Colegiales de Número de la Universidad del Rosario.