Si hubo alguna comunidad que sufrió el rigor del conflicto armado es Bojayá, en Chocó. Sus pobladores fueron víctimas de despojo, combates, amenazas, ataques a la integridad, desaparición forzada, desplazamiento forzado, homicidio, explosivos, pérdida de bienes, secuestro, tortura, reclutamiento infantil, confinación y lesiones físicas y psicológicas.
Hoy esa población es escenario de las transformaciones que trae el posconflicto, que incluyen la reconciliación, el perdón, el desarrollo y la sanación.
Para aquellas comunidades ribereñas, que se forman entre el río Atrato y la espesa selva biodiversa del Chocó, una de las formas de sanar es conservar esa riqueza. Por eso, con 6,4 hectáreas de plantaciones agroforestales para la recuperación de áreas degradadas, el corregimiento La Loma, cuenta desde ayer con un Bosque de Paz en las cuencas río Atrato y Caño Bojayá.
Es de recordar que esta es una estrategia del Gobierno Nacional que busca hacer la paz con el ambiente, que también fue víctima por la tala indiscriminada, la minería ilegal, las minas antipersonal y del cultivo de hoja de coca.
“Es fenomenal para nuestro pueblo. Siempre hemos vivido en la selva, y ahora con estos proyectos podemos preservar la biodiversidad, además, se generan ingresos a las familias, porque los que nos quedamos en Bojayá vivimos de pesca y agricultura y los peces se han ido perdiendo, las cosechas no se dan en la abundancia que antes”, explicó Boris Guevara, víctima de la masacre de Bojayá y habitante de esa comunidad.