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Sergio Fajardo: el profesor que calentó su discurso para remontar

Sergio Fajardo, doctor en matemáticas y exmandatario de Medellín y Antioquia, está en una dura campaña por ganar adeptos y ser opción real de poder. El candidato de la Centro Esperanza se ve en segunda vuelta, pero las encuestas de intención de voto lo dejan en la primera en un modesto cuarto puesto. Esta es su semblanza política.

  • Sergio Fajardo es candidato de la Centro Esperanza y en este 2022 está en su segunda candidatura presidencial.
    Sergio Fajardo es candidato de la Centro Esperanza y en este 2022 está en su segunda candidatura presidencial.
  • La Coalición Centro Esperanza, que estuvo unida antes de la consulta del 13 de marzo, terminó con fuertes divisiones tras el portazo de Íngrid Betancourt.
    La Coalición Centro Esperanza, que estuvo unida antes de la consulta del 13 de marzo, terminó con fuertes divisiones tras el portazo de Íngrid Betancourt.
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28 de mayo de 2022
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Sergio Fajardo está en su segunda aspiración presidencial consecutiva y ahora, según las encuestas y al igual que en 2018, parece que le va a seguir faltando “el centavito pa’l peso” para pasar a segunda vuelta y ser una opción real de poder.

La única diferencia, de acuerdo con los sondeos de opinión que se publicaron hasta el pasado domingo –cuando por restricción legal dejaron de aparecer encuestas–, es que en este 2022 parece que si quiere seguir vigente en política necesitará casi que el peso completo. Él dice que lo logrará, que para eso está en la campaña por la “remontada”, pero al final serán las urnas las que le den la razón o le digan en seco y de forma cruda que “no”.

Este doctor en matemáticas de la Universidad de Wisconsin, que en 2010 se hizo reconocido a nivel nacional por ser el segundo a bordo de la campaña de Antanas Mockus, esa misma que se llamó “la ola verde” y que despertó un genuino sueño de cambio frente al establecimiento –al punto que pasaron en llave a segunda vuelta a enfrentar al entonces candidato de Álvaro Uribe, su exministro de Defensa Juan Manuel Santos–, confesó en público que “no inspiro nada”.

Y es tal vez ese realismo, o exceso de prepotencia –como dicen sus críticos–, lo que más ha marcado su carrera. Si bien tiene movimiento propio, Compromiso Ciudadano, y ha sido cercano a la Alianza Verde y tiene en su coalición Centro Esperanza a la siempre cambiante ASI, su rol político ha estado alejado de los partidos tradicionales.

En este 2022, al igual que en 2018 y en 2010 (en este último año como fórmula vicepresidencial), no quiso aceptar la fórmula básica de la real politik: aliarse con los que ya tienen votos fijos, con las maquinarias.

Él le dijo que no al expresidente César Gaviria y –aunque es un paisa de consensos– también ha preferido mantenerse alejado de Uribe y de su séquito político. Y ni hablar del exmandatario Andrés Pastrana, a quien concibe como un ser político muy lejano a su doctrina personal, algo similar a lo que ha dicho del otro exmandatario liberal, Ernesto Samper.

Su “no” a irse con otros

Esa corta radiografía de su forma de hacer política es clave porque deja en evidencia que se ha mantenido alejado de los partidos tradicionales, pese a haber contado con el respaldo de algunos liberales y conservadores, e incluso de otras colectividades, cuando administró a Medellín (2004-2007) y a Antioquia (2011-2015).

Pero, y también hay que decirlo con todas las letras, Fajardo es un tipo con convicciones y así no emocionen a las masas, que al final son las que votan y eligen gobernantes, las mantiene firmes.

En 2018 le dijeron que aceptara un café con el entonces candidato Humberto de la Calle con el fin de tender puentes para unirse en una aspiración conjunta sobre el candidato de Uribe, Iván Duque, y el ahora repitente Gustavo Petro.

Su respuesta fue no, algo que acaba de repetir –con matices– en esta contienda del 2022. En efecto, se vio, se sentó y se tomó el tinto con Rodolfo Hernández, con quien le sugirieron que se uniera. Incluso, algunos de sus antiguos escuderos lo han dejado para irse con el ingeniero, como pasó con cercanos al exgobernador Carlos Amaya, quienes aterrizaron en las toldas rodolfistas llevándose a esa esquina al ciclista Nairo Quintana.

El matiz esta vez fue que Fajardo comenzó en reversa su campaña de repunte, pues todas las encuestas mostraron una curva descendente en la intención de voto, mientras que a Hernández, con su chabacanería y desparpajo, le comenzó a crecer.

Así las cosas, el ingeniero le dijo al profesor que se le uniera, a lo que este último, como hace 4 años, dijo no y es por eso que este domingo estará votando en el puesto del Inem –en Medellín– por la fórmula que lidera junto al exministro de Ambiente Luis Gilberto Murillo.

Fajardo, en todo caso, es reconocido por muchos sectores como el candidato más centrado, alejado de la política tradicional que rodea a Federico “Fico” Gutiérrez, por ejemplo, y de la polarización que desata Petro con su discurso; incluso, de la chabacanería que caracteriza a Hernández.

Pero, entonces, ¿por qué no seduce?

Su frase de “no inspiro nada”, y esto hay que reiterarlo con fuerza, fue parte de un pronunciamiento más de fondo en el que dijo que, contrario a sus contendores, él no genera miedo o resistencia, y tampoco tiene un programa de gobierno que asuste, pero no deja de ser una confesión incómoda –si se quiere– faltando tan pocas horas para la cita a urnas.

Alonso Salazar, exalcalde de Medellín y una de las personas más cercanas a Fajardo, aseguró que esa sinceridad es muy característica del candidato, pero también deja claro que su interés tiene a lo público por encima de lo personal.

“La política ha dejado de ser de razones y estamos ahora en un mundo de sensaciones, en la que el trato irracional ha tomado fuerza y Sergio Fajardo es muy malo para eso”, precisó Salazar.

La Coalición Centro Esperanza, que estuvo unida antes de la consulta del 13 de marzo, terminó con fuertes divisiones tras el portazo de Íngrid Betancourt.
La Coalición Centro Esperanza, que estuvo unida antes de la consulta del 13 de marzo, terminó con fuertes divisiones tras el portazo de Íngrid Betancourt.

Política pura y dura

Y esa forma de ser, como se dijo, no es nueva. El profesor, como también lo llaman –y a él le gusta–, estuvo dedicado a la academia desde que se graduó como matemático de la Universidad de Los Andes en 1997. Y la siguió de manera ininterrumpida hasta 1999, cuando decidió hacer política electoral.

En efecto, fue en ese año que aspiró a la Alcaldía de Medellín y, si bien no alcanzó a llegar (se quedó con 60.000 votos) –esa contienda la ganó en la ciudad el siempre polémico Luis Pérez–, sí lo dejó con visibilidad política.

Y aunque escribía columnas para los diarios El Mundo y EL COLOMBIANO, en la capital antioqueña –en las cuales analizaba la región y el país–, e incluso en 1995 participó en una comisión facilitadora de paz en Antioquia por invitación del entonces gobernador Álvaro Uribe, solo fue hasta 2003 que las urnas le dieron un primer sí.

Ese año fue elegido como jefe de La Alpujarra y pasó a la historia electoral como el primer mandatario de la ciudad que se ganó unos comicios de forma independiente –con 210.000 votos– a los partidos Liberal y Conservador que siempre, desde que se comenzó con la elección popular de alcaldes (1988), habían puesto al mandatario local de turno.

“Desde ese momento, hace 20 años, ha tenido una dedicación exclusiva a su vida política. Ha tenido muy buenas gestiones, de resultados, pero su carrera también ha tenido altibajos que son de público conocimiento”, agregó Salazar.

Y un senador que hace parte de su equipo de campaña, pero que prefiere el anonimato para evitar rencillas dentro del grupo de trabajo –que de por sí ya está desgastado por la baja favorabilidad en encuestas y la fuga de apoyos hacia otros aspirantes–, explicó que fue con esa alcaldía (2004-2007) que se catapultó a nivel nacional.

“Creó un espacio de reconocimiento muy importante en Antioquia y en el país por su accionar político, fundamentalmente por su tarea como alcalde y como gobernador, porque fue transformador”, advirtió este compañero de correrías del candidato al que los sondeos de intención de voto ponen en este 2022 en un cuarto lugar.

Pero este hijo de María Elena y de Raúl, nacido el 19 de junio de 1956 en Medellín, no quiere desfallecer y por eso persiste, volantea en las calles y evita los escenarios ostentosos para, según él, poder estar al lado de la gente.

En su círculo más íntimo dicen que esa amabilidad, pese a que algunos críticos lo señalan de prepotente, es una característica suya en todo momento.

Por ejemplo, su actual pareja, la excanciller María Ángela Holguín, ha dicho públicamente que es buen conversador, que montan juntos bicicleta y que recorren los pueblos de Boyacá en sus momentos libres; tienen una casa en Villa de Leyva.

Y si bien su segunda exesposa, Ana Lucrecia Ramírez, se ha distanciado pública y políticamente de Fajardo en la actual contienda, en su momento le reconoció sus virtudes. Lo propio pasó con su primera pareja, María Clara Arboleda, con quien tuvo dos hijos: Mariana (bióloga) y Alejandro biólogo y matemático).

Eso sí, todo este recorrido, que incluso lo llevó en 2018 a quedar tercero en las presidenciales con 4,6 millones de votos, ha tenido momentos difíciles. Uno, para no ir tan lejos, es que ese mismo año decidió viajar a “ver ballenas” y promover el voto en blanco para la segunda vuelta, lo que le valió el calificativo de “tibio”, algo que él mismo dice que ya quiere dejar atrás.

Además, ha tenido que enfrentar los estrados judiciales.

“He descubierto una cantidad de cosas que ocurren ocultas detrás de todo eso, unas cosas que yo nunca me imaginé que fueran así. Intereses que se mueven. Yo sé que somos un problema político, porque representamos una política distinta, porque enfrentamos a la corrupción”, le dijo Fajardo a este diario en una de las entrevistas que se publicaron durante estos meses de cubrimiento electoral.

¿A qué se refería? A dos procesos que lo tuvieron en la picota pública y que, por lo menos el de carácter penal, aún no se soluciona. Por un lado, terminó salpicado por el proceso fiscal que al final cerró la Contraloría tras la contingencia de Hidroituango, ocurrida en 2018, tras un acuerdo con las aseguradoras.

Y, por el otro, está pendiente de un juicio en la Corte Suprema de Justicia por un tema que se remonta a cuando fue gobernador de Antioquia. El caso está relacionado con un préstamo que avaló y que, a juicio de la Fiscalía, generó pérdidas por $320.000 millones para el departamento. De acuerdo con el ente acusador, con el contrato –suscrito el 5 de diciembre de 2013 entre la Gobernación y el Banco CorpBanca– “no se hizo ninguna proyección sobre la volatilidad del dólar, ni se blindó la contratación con un seguro de riesgo cambiario”, lo que habría provocado un detrimento patrimonial.

Sin embargo, Fajardo ha sido enfático en que “adivinar la volatilidad del precio del dólar es imposible”.

En todo caso, y pese a que la remontada no tiene los resultados esperados –a juzgar por las encuestas–, Fajardo quiere estar activo en política, pasar a segunda vuelta o, al menos, poder jugar un papel clave en ella con el caudal electoral que obtenga este domingo. ¿Será, al menos, similar a los 4,6 millones de votos de 2018? Todo indica que no.

Infográfico

Cinco hitos claves de la campaña de Fajardo

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