Los delitos financieros, aquellos donde los pillos de cuello blanco aprovechan la confianza de clientes e inversores para defraudarlos y robarles sus recursos, requieren complicadas operaciones de ingeniería financiera. Una de las “destrezas” requeridas por los estafadores es la de dejar pocas huellas. De allí que a la justicia le sea tan difícil desentrañar las redes de estos delincuentes. Podría hacerlo, si tuviera voluntad y experticia. La de Colombia no tiene ni lo uno ni lo otro. Dos célebres estafadores recibirán pronto beneficios penales. Sus clientes del Fondo Premium verán recompensados a sus tumbadores. ¿Justicia? Ja, ja.
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