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Ya está más que anunciado que la prioridad del Gobierno de Gustavo Petro este año será sacar adelante en el Congreso reformas sociales, entre ellas la reforma pensional que tiene mucha tela para cortar.
Entre quienes no votaron por Gustavo Petro existe el profundo temor de que la reforma se convierta en una manera de recoger el ahorro que los colombianos tienen en fondos de pensiones privados para convertirlo en plata de bolsillo de un gobierno que quiere gastar a manos llenas en subsidios.
Declaraciones improcedentes como las del presidente de Colpensiones, Jaime Dussán, sugiriendo que se deberían destinar recursos de ahorro pensional a gasto social e hipotéticos y poco factibles proyectos de infraestructura como “el tren elevado de Buenaventura a Barranquilla” siguen alimentando los temores.
Desde el Gobierno, por el contrario, continúan insistiendo en que el foco será unificar los dos regímenes pensionales: el privado y el público. De manera que habrá que estar muy atentos al proyecto de reforma que se presente oficialmente al Congreso.
En cualquier caso, celebramos que la discusión de una posible reforma pensional vaya a estar en el centro de la agenda. Sobre todo porque uno de cada cuatro colombianos en edad de jubilación logra acceder a una mesada pensional y lo mínimo que se debe hacer, como país, es tratar de buscar una solución. No es fácil, sin duda, porque no solo se necesita eliminar las inequidades que existen en el sistema actual, sino también se debe seguir promoviendo el ahorro de la gente con propósitos de pensión y garantizar la sostenibilidad de las finanzas públicas en el largo plazo.
La fórmula requiere una buena dosis de inteligencia para poderla encontrar y otra de voluntad política para poderla aplicar. Hay temas importantes que no deben dejarse en las discusiones sobre el futuro de nuestras pensiones. Uno de estos es el de la informalidad laboral, un indicador en el que los colombianos somos auténticos líderes, y que, si no resolvemos, o mejoramos incorporando a más colombianos en el empleo formal, difícilmente podremos aspirar a tener un sistema de seguridad social sostenible que logre aumentar la cobertura pensional.
Las cifras son preocupantes. En 2021, el 61,5 % de la población ocupada no cotizó para seguridad social, según el último Informe Nacional de Competitividad. Un problema estructural. Por esto la discusión de una reforma pensional no puede ser ajena a una reforma laboral que ataque de una vez por todas las trabas que existen en Colombia para incentivar la creación de empleos formales en nuestra economía. La mayoría del empleo en nuestro país se encuentra en micro, pequeñas y medianas empresas, y de acuerdo con ese mismo Informe Nacional de Competitividad, apenas el 15 % de los trabajadores de microempresas se encuentra en la formalidad.
Otro tema, que ha pasado por fuera del radar, y que no sería extraño que sea parte del debate, es la actual política de edades de jubilación diferentes para hombres y mujeres. Los hombres se pensionan a los 62 años y las mujeres a los 57 años lo cual hace que Colombia sea uno de los países de la región con la edad de jubilación más temprana para el sexo femenino. Esa diferencia tiene una explicación lógica. Entre otros argumentos se trata de compensar a las mujeres por la tradicional carga de labores domésticas y crianza de niños, que tiene como efecto adverso que tiendan a participar menos que los hombres en el mercado laboral y que, cuando lo hacen, sea muchas veces de forma irregular y con menores salarios en promedio.
La diferencia de cinco años en la edad de jubilación sin duda es útil teniendo en cuenta las circunstancias adversas en el terreno laboral para la mujer. Sin embargo, también hay que empezar a revisar si el hecho de mantener esa diferencia hace que no se tomen decisiones para solucionar los problemas de fondo de ingresos de las mujeres. Por ejemplo, esa política hace poco por solucionar el problema para las mujeres que, por vivir en la informalidad, jamás cotizaron. Y tampoco soluciona el problema a quienes se ven forzadas a retirarse totalmente del mundo laboral por dedicarse a labores domésticas.
Incluso, podría darse el debate de si esa diferencia en la edad de jubilación puede ir en contra de la reivindicación de la igualdad entre hombres y mujeres. Sobre todo a la hora de hablar de las mujeres que han podido cotizar desde la formalidad y que, llegando a sus 57 años, se encuentran en los momentos más productivos de sus carreras profesionales.
Ya son varios los países que han equiparado la edad de jubilación de unos y otras: Australia, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Francia, Alemania, Grecia, Islandia, Irlanda, Corea y España. Y en América Latina, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay.
La persistencia de la informalidad laboral y la edad de jubilación son dos temas entre muchos otros que debe tener la discusión sobre una reforma pensional. La unificación y retos de cada régimen inevitablemente serán el foco, sin embargo, estos aspectos – también de suma importancia – no deben quedarse por fuera. Estaremos muy atentos .