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Dictadura sin controles

Con la toma de control, mediante elecciones sin ninguna garantía de transparencia, del poder legislativo, la dictadura chavista queda con todos los organismos bajo su mando.

Dictadura sin controles
07 de enero de 2021
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Infográfico

El pasado 6 de diciembre, el régimen dictatorial de Venezuela, siguiendo las prédicas de su fundador y guía, el fallecido Hugo Chávez, celebró unas supuestas elecciones para conformar su poder Legislativo, la Asamblea Nacional, que vendría a sustituir la elegida en 2015 en las últimas elecciones que tuvieron algo de credibilidad y en las cuales había obtenido mayoría la oposición.

Ya se sabe qué pasó luego: la dictadura creó una Asamblea Nacional Constituyente como poder legislativo paralelo que usurpó del todo la función de la legítima; arreció la persecución penal contra los diputados que no accedieron a pasarse de bando o que no tasaron su precio; usó al poder judicial y al electoral para despojar de sus derechos políticos a los diputados que ejercían algún tipo de control político sobre los desmanes y corruptelas del régimen chavista; arruinó a su pueblo en un proceso de destrucción masiva de la producción y el consumo como no se ha visto en la historia contemporánea del continente.

El grueso de la comunidad internacional, en un acto con pocos antecedentes, no solo desconoció la legitimidad del régimen de Nicolás Maduro y su camarilla sino que reconoció como presidente interino del país al líder de la Asamblea Nacional elegida en 2015, Juan Guaidó. Para tal determinación se amparó en las propias disposiciones constitucionales de la Carta Política promulgada por Chávez, según la cual, ante la ausencia de un presidente legítimo, su lugar lo ocupará el presidente del poder Legislativo. Las elecciones en que salió “elegido” Maduro fueron desconocidas por esa mayoría de países y organizaciones internacionales.

Hoy ya no queda casi nada de esas bases para seguir con la misma posición de la comunidad internacional. Por supuesto que persiste el rechazo a la dictadura, a su brutalidad, a su complicidad con la criminalidad transnacional. Pero hay muchas dificultades para encontrar un mecanismo idóneo, sobre todo desde la legalidad, para seguir reconociendo a una Asamblea, la de 2015, cuyo mandato expiró.

Lo decía con dolorosa exactitud el diario opositor El Nacional, de Caracas -atacado con ferocidad por el régimen- en su editorial del pasado martes: “el país amanece hoy sin instituciones. La Constitución no provee cimientos ni para la Asamblea Nacional que prorroga su mandato ni para los parlamentarios electos el 6 de diciembre. Como consecuencia, no hay Poder Legislativo amparado por la carta magna. (...) La deriva parece ser la mejor manera de definir el presente del país. El que puede ejecutar decisiones toma las equivocadas y el que tomaría las correctas no puede implementarlas”.

Y no ayuda en nada a mejorar las cosas los presuntos hechos turbios de los que dan cuenta informaciones de prensa seria que cuestionan al círculo próximo a Juan Guaidó y que involucran a algunos de sus miembros en hechos de corrupción.

La Unión Europea ya descabalgó ayer a Guaidó del tratamiento de presidente interino y pasó a considerarlo “miembro destacado de la oposición”, aunque pide para él protección, garantías e interlocución. No se sabe aún qué hará el entrante gobierno de Joseph Biden. A todas estas, la dictadura ya no tiene un solo organismo que no controle, ni que la controle así sea testimonialmente. América Latina tiene otra feroz dictadura que se aventura larga, contra un pueblo sometido a los más humillantes sufrimientos

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