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Columnistas | PUBLICADO EL 03 noviembre 2021

Verdades sobre China y Latinoamérica (y IV)

Por beatriz de majobeatriz@demajo.net.ve

Luego de muchos años de observación del fenómeno chino soy de la creencia de que, en efecto, y como lo dibujé en los tres artículos anteriores, el gran coloso de Asia sí está actuando de manera que genere vínculos económicos muy estrechos con la región —con algunos países más que con otros—, todo ello dentro de una estrategia encaminada a asegurarse mercados estables y crecientes para sus productos y acceso a materias primas que son indispensables para los procesos industriales presentes en ese país.

Sin duda, ello va acompañado de un esfuerzo financiero de mucha significación para desarrollar infraestructura de comunicaciones, de transporte y de almacenamiento que disminuya la dependencia de ese país de los servicios e instalaciones de terceros en las naciones, con lo cual está, además, implementando políticas de acercamiento en el terreno de lo político. Todo ello forma parte de un accionar coherente, dentro de lo cual es indudable que, desde Pekín, se apunta a ejercer una influencia decisiva en el sentido de solidarizar a gobiernos y administraciones de los países de la región con China, de acercar sus actuaciones a las chinas en los organismos internacionales, de hacer más conocida y amigable su cultura, de impedir corrientes de rechazo y de lograr un soporte activo en áreas específicas y polémicas de interés chino, como son el caso de Taiwán y Hong Kong.

En el momento actual, la crisis de suministros que es la regla en el espectro global ha afectado a China más que a cualquier otro país, por lo que su defensa y su protección contra efectos perniciosos debe ser lo que estamos viendo: mayor y más incisiva presencia.

Nada de lo anterior es ilegítimo. Los Estados Unidos han sido abanderados por décadas de actuaciones similares, sin que ello haya ido en detrimento de la libertad o de la soberanía de los países que se encuentran bajo su esfera de influencia más o menos directa. En ocasiones históricas —es preciso reconocerlo—, el intervencionismo de algunos gobiernos estadounidenses ha sido más flagrante, pero ello tiene una relación directa con la amenaza a los valores y a la seguridad norteamericana detectada desde Washington y ha sido más una política reactiva que una estrategia de subyugamiento político.

Pero, en su esencia, si bien las actuaciones de Estados Unidos las definen las libertades, el comportamiento domestico chino es controlista y sobre esta básica realidad se sustenta su política interna, al igual que su relación con terceros.

Si en efecto existiera una batalla de influencia entre China y Estados Unidos dentro de nuestra frontera regional, lo que se impone es que cada país de la región saque el mayor provecho del estrechamiento de las relaciones bilaterales con cada una de las dos potencias. Nos encontramos frente a una era de cooperación y en un contexto global complejo, pero, dentro de ello, lo que cabe es intentar extraer los mejores beneficios en favor de un despegar económico definitivo para la región y para cada uno de sus componentes.

La brújula de cada país debe estar centrada en los intereses nacionales, primero, y en los regionales, de seguidas, con el fin de construir una ruta segura al desarrollo conjunto, lo que quiere decir: dar un salto de calidad en innovación, en diversificación productiva, que nos permita dejar atrás la senda de baja inversión, de escaso progreso técnico, y superar la pobreza y la desigualdad.

Todo ello, al tiempo que fortalecemos las democracias regionales. Allí es donde debe residir la diferencia a la hora de anudar alianzas

Beatriz de Majo

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