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Soy mis miedos

A esos coaching que ponen en las conferencias Color esperanza de Diego Torres, quitarse los miedos sacarlos afuera, los quiero ver en San Andrés cuando venga un tiburón hacia ellos.

17 de enero de 2024
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  • Soy mis miedos

Por Dany Alejandro Hoyos Sucerquia - @AlegandroHoyos

Soy un tipo miedoso, no soy de esos intrépidos que se le miden a la aventura desafiando la muerte. Para mí una aventura es agacharme a recoger algo sin que me duela la espalda. Todos le tenemos miedo a algo. Ejemplo: hay gente que tiene pavor a las gallinas.

Tener miedo no es malo. Mis miedos son míos, yo veré si los quiero dejar. Ya suficiente tengo con haber tenido que dejar el azúcar para ahora dejar mis miedos. A esos coaching que ponen en las conferencias Color esperanza de Diego Torres, quitarse los miedos sacarlos afuera, los quiero ver en San Andrés cuando venga un tiburón hacia ellos. No alcanzan a llegar al coro para quitarse los miedos antes de la primera mordida.

El miedo depende de las circunstancias, unas veces te paraliza y otras veces te salva. Eleva la adrenalina y nos hace hacer cosas que nunca hubiéramos podido en un estado normal. Yo les tenía pavor a los perros. En mi adolescencia escalé un muro altísimo en un segundo huyendo de un perro. Una exnovia me redujo el miedo a los caninos. Fue una lástima, mi carrera como escalador se terminó.

Ahora bien, el miedo también puede bloquearte y te impide disfrutar. La semana pasada mi novia y yo estábamos conversando con un señor en el mar cuando lo picó un agua mala. Nos salimos de inmediato. Al llegar a la orilla, otro señor dijo: a mí me picó otra ayer. Pensé: bueno cancelado el mar por hoy. Al otro día, llegamos a la playa y nos contaron que, otra medusa, —o puede que la misma— había picado a dos más. Pero métanse tranquilos, decían.

Imaginen a este pecho bañado en antisolar, caminando por la orilla con pánico de meterse al mar por temor a una aguamala. Mi novia, paciente, aconsejó: tranquilo, respira, no te va a pasar nada. Saqué valor y me metí rápido. Movía los pies como estrategia para ahuyentar aguamalas. Tres minutos después decidí salirme para quedar invicto. Entonces, un perro enorme que estaba en la playa, se asustó y me ladró furioso o juguetón, no sé la diferencia. Dios mío, estaba entre salir y que me mordiera el perro o meterme y ser picado por una aguamala. Mi novia, salvadora, espantó el perro y me sacó de la mano. ¡Cómo a un niño! Una vergüenza. De pronto, sentí un pinchazo fuerte en el pie y grité como Ned Flanders. Me había mordido un cangrejo. Me agaché para sobarme y sentí un pinchazo en la espalda. Salí de la playa, cojeando, encorvado por el dolor de espalda y renegando por mis miedos.

Esa noche vimos una cucaracha en la cama y mi novia gritó despavorida. Me burlé de ella: entiendo tu miedo, le dije sarcástico, el índice de muertes a causa de las cucarachas es la segunda después de la diabetes. Ella en su sabiduría me respondió: no, es la tercera, después de las aguas malas y los perros.

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