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Columnistas | PUBLICADO EL 16 febrero 2019

SOBRE EL IRRESPETO

Por JOSÉ GUILLERMO ÁNGELmemoanjel5@gmail.com

Estación Despiporre, palabra llana de cuatro sílabas que hablaría de la carencia de piporre, sin saberse muy bien qué cosa es esto, váyase a saber si un adjetivo, un sujeto o un verbo (piporrear). Lo más cercano es un contexto que, con la sílaba des, habla de un desorden, un caos, una sopa sin llegar al punto, un vestido mal puesto o una manera de bailar pisando, cuando no un caminado de adelante hacia atrás, como lo hacen los cangrejos, que en realidad van hacia adelante, pero de lado, hasta que terminan en el plato de un restaurante o enredados en una red de plástico. Y bueno, a esta estación, Despiporre, llegan toda clase de desordenadores con datos tirados al azar, deseos delirantes y muy acalorados, sin refrigerio y empolvados, los ojos muy abiertos y la boca dispuesta al grito, la calumnia, la mentira y el esputo enfermo a causa de tanta contaminación.

Y en este despiporre habita el irrespeto, esa manera violenta de irse contra todo para dar salida a pensamientos (yo diría delirios) deshilvanados, odiantes, presuntuosos (de presumir), soberbios, frustrados, mal mordidos y al fin rabiosos, siendo la rabia el estado más irracional de todos. Y en este irrespeto, como dice Byung Chul Han en El enjambre, asistimos a una shitstorm (una tormenta de porquerías), viajando por ella y soltando trozos por todas partes. Esa shitstorm, que sería el contenido mayor de la red, pone de manifiesto el estado de irrespeto en el que estamos, lo que implica no mirar atrás ni medir consecuencias sino sacar de adentro lo peor de nosotros: insultos, señalamientos iracundos, mentiras desbordadas, palabrería procaz, calores insanos y una desconfianza desmesurada hacia el otro, que ya no es otro sino un enemigo. Como decía Umberto Eco, en la red está el infierno.

Ese irrespeto, que primero sale por la boca (en el caso de la red, por los dedos), también lo estamos llevando a los actos cotidianos, a las costumbres, a no querer saber más que lo que creemos (al delirio que vivimos) y a explotarnos a nosotros mismos en una cerrera competencia que todo lo está dañando, pues para ser más hay que defender errores, crear monstruos, poner trampas, vigilar con sevicia, criar paranoias y perder todo descanso, ya que el asunto es estar a la defensiva, dormir insomnios y sacar tiempo para ir a ninguna parte dado que nos estamos convirtiendo el cerebro en un hámster que no para de dar vueltas sobre lo mismo, en este caso, la shitstorm, que siempre huele mal.

Acotación: Henri Michaux, en su libro Un bárbaro en Asia, dice que el occidental es un irrespetuoso que quiebra normas, no admite lo desconocido y tiene la desvirtud (valga la palabra) de ver solo lo que molesta a sus deseos. Y en estos imaginarios se desborda, entra en crisis y se descara peligrosamente. Uf.

José Guillermo Ángel

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