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Columnistas | PUBLICADO EL 31 julio 2022

Para qué almohada si no hay conciencia

Aquí se han robado la plata de todo a lo largo de los años. No alcanzaría el periódico entero para hacer una relación de escándalos de corrupción y, sin embargo, no todos los culpables han pagado por ello.

Por Elbacé Restrepo - elbaceciliarestrepo@yahoo.com

Hagamos un test breve:

¿Sabe usted de personas que no se ajustan a las normas morales de una comunidad? ¿Que las conocen, pero les valen huevo, aunque juran acatarlas?

¿Conoce a individuos, en especial servidores públicos, que hacen de la mentira una herramienta de trabajo más, tan indispensable como un computador? ¿Que se las saben todas y argumentan con más mentiras con tal de ganar? ¿Que cuando caen, caen parados?

¿Desconfía de aquellos que habiendo trabajado toda la vida en cargos públicos poseen fortunas incalculables? ¿Cree que llegaron a estos puestos con un plan de enriquecimiento previa y fríamente calculado? ¿Justo en este momento desfilan por su mente reconocidas figuras colombianas? ¿Algún elefante, aunque sea blanco? ¿Recordaron frases como “todo fue a mis espaldas”? ¿Pensaron en algunos políticos que, a pesar de estar seriamente cuestionados, con procesos judiciales en curso, algunos hasta con bienes en extinción de dominio, siguen presentándose a cargos de elección popular como si nada? Y lo peor: ¿Que resultan elegidos y los ejercen?

Diariamente nos enteramos de casos de corrupción, robos, enriquecimiento ilícito, estafas y desfalcos cometidos indistintamente por servidores públicos, sin que se muestren ni siquiera ruborizados. Por el contrario, se exhiben con un cinismo que hace más grande su ofensa a la sociedad. No es que en el sector privado no haya ladrones, y ninguno es menos peor que el otro, ladrón es ladrón, pero los que se roban la plata del erario, que es la de todos, son los que hoy nos ocupan.

De cinismo dice el diccionario: “Actitud de la persona que miente con descaro y defiende o practica de forma descarada, impúdica y deshonesta algo que merece general desaprobación”. Pero eso de la sanción social definitivamente no funciona entre nosotros.

Restaurantes escolares que no alimentan a los estudiantes, escuelas y colegios distantes sin internet y sin posibilidades de una educación moderna y eficiente, pueblos sin carreteras, ríos sin puentes, hospitales públicos sin recursos, y etcétera, porque hay muchas ratas cuidando el queso.

Y se muestran, porque se lo creen, como hermanitas de la caridad, a pesar de que se lucran indebidamente con dineros o bienes que otros necesitan con justo derecho. Aquí se han robado la plata de todo a lo largo de los años. No alcanzaría el periódico entero para hacer una relación de escándalos de corrupción y, sin embargo, no todos los culpables han pagado por ello. De hecho, muchos siguen llenando sus arcas mientras detentan cargos de poder. La lista es larga y desvergonzada.

El daño que causan esas conductas va más allá de la simple apropiación indebida de los bienes y dineros, porque, además, propician una desconfianza cada vez más generalizada en las instituciones y en la Justicia. Sin hablar del efecto multiplicador del mal ejemplo para las nuevas generaciones.

Decían los mayores: “La mejor almohada es una conciencia tranquila”. Reevaluado. ¿Para qué almohada si no hay conciencia? 

Elbacé Restrepo

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