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Columnistas | PUBLICADO EL 27 marzo 2022

¿Miedo a la verdad?

Es difícil de comprender lo que ha pasado con Otoniel, antiguo jefe del Clan del Golfo, y uno de los capos de la droga más importantes de América Latina, desde que está tras las rejas.

Por Juan José Hoyos - redaccion@elcolombiano.com.co

Parece una comedia de equivocaciones. Desde 2015 la Policía Nacional comenzó una operación sin precedentes para capturarlo en la región de Urabá, donde se mantenía escondido. Se desplegó un pie de fuerza de mil doscientos policías, reforzados con mil quinientos soldados y oficiales del Ejército Nacional. Al final, se movilizaron más de quinientos hombres de las fuerzas especiales, ciento cincuenta unidades de inteligencia, cincuenta expertos en inteligencia satelital y veintidós helicópteros. Al final de cuentas, se trataba de capturar a uno de los capos de la droga más importantes de América Latina.

Hablo de Dairo Antonio Úsuga David, más conocido como Otoniel, el jefe del Clan del Golfo, un hombre que ha formado parte de las guerrillas de las Farc y el Epl y, luego, de los grupos de autodefensa. Con ellos cumplió misiones sangrientas y dirigió masacres en Urabá y los llanos del Casanare durante más de una década.

Después de las negociaciones de paz del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez con los grupos de autodefensas, se negó a reintegrarse a la vida civil y fundó con algunos de sus hermanos las llamada Autodefensas Gaitanistas de Colombia, un eufemismo para designar al cartel de narcotraficantes más poderoso de Colombia, conocido con el nombre de Clan del Golfo. El presidente Iván Duque dijo que su captura era “solamente comparable con la caída de Pablo Escobar en los años noventa”. Por todo eso, es difícil de comprender lo que ha pasado con él desde que está tras las rejas.

Para empezar, la Policía ha obstaculizado la labor de los jueces que han tratado de interrogarlo. Luego, el 18 de febrero, un grupo de ladrones robó materiales que contienen algunas de las confesiones que el capo hizo sobre el conflicto armado. “En el incidente fueron robadas las grabadoras digitales que se usaron en la entrevista y un computador”, dijeron voceros de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).

El viernes 17 de marzo, además, se fugó de la cárcel de La Picota alias Matamba, el segundo hombre al mando del Clan del Golfo, al parecer con la colaboración de la guardia penitenciaria.

Al extraño suceso se sumó la decisión de la JEP de suspender las entrevistas con alias Otoniel, por las interrupciones de la Policía cuando estaba dando su versión de los hechos. Por ese motivo la JEP expidió un auto en el que ordena al director de la Dijín “que se abstenga de realizar actuaciones que afecten la reserva de las diligencias judiciales con la presencia de personal uniformado”.

Pues, bien, luego de más de cinco aplazamientos por trabas de la Policía, responsable de su custodia, la JEP por fin pudo interrogar y escuchar a Otoniel. Este acusó a altos oficiales del Ejército Nacional de colaborar con las actividades criminales del Clan del Golfo.

Como informó el diario El Espectador, no fue una audiencia común y corriente. “Previendo que, de nuevo, agentes de la Policía podrían entorpecer la reunión, como ya lo habían hecho a través de gestos como quitarles los bolígrafos a los comisionados, o apretarle las esposas más de la cuenta al capo, o simplemente con su presencia dentro de la sala de reuniones, rompiendo la confidencialidad del testimonio, la JEP ideó un plan para esquivar esos obstáculos”, dijo el periódico.

El plan permitió que la audiencia por fin se llevara a cabo sin obstáculos el pasado 23 de marzo en los calabozos de la Dijín, en Bogotá, en donde el capo permanece recluido. ¡La clave para lograr el éxito en la diligencia judicial fue usar computadores y audífonos! De este modo, sus declaraciones se obtuvieron usando una red virtual y pudieron participar hasta las víctimas.

Sin embargo, queda sin responder una pregunta: ¿Quiénes quieren el silencio de Otoniel y sus secuaces sobre su pasado sangriento? 

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