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Inteligencia Artesanal

18 de julio de 2025
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  • Inteligencia Artesanal

Por Lewis Acuña - www.lewisacuña.com

Es muy probable que ya hayas discutido con un bot. Al principio no se nota. Lanzan opiniones indignantes, usan emojis, citan autores, responden con un tono pasivo-agresivo casi perfecto. Te irritan. Te hacen perder el tiempo, la paciencia y un poco de fe. Cuando te das cuenta de que no era una persona, sientes una mezcla de vergüenza y algo aun peor. Vacío.

En el fondo no molesta discutir con una máquina. Lo que ofende es lo fácil que resulta confundirla con un ser humano. Y va a ser peor.

El 51% del tráfico en internet ya no es humano. La mayoría son bots creados para manipularte, estafarte o simplemente desgastarte. Dicen que en cuatro años solo el 25% del tráfico será auténticamente humano.

Entonces la pregunta deja de ser cómo convivimos con la inteligencia artificial. Su respuesta puede quedarse corta frente al gran cuestionamiento ¿cuánto de humano nos queda?

Vivimos opinando en piloto automático, reposteando frases ajenas, atacando lo que no entendemos y simulando emociones con stickers. ¿Y si la IA no está suplantando a los humanos? ¿Y si solo está llenando el espacio que vamos cediendo, que vamos dejando? Así lo veo.

Cuando el pensamiento crítico escasea, las emociones son recicladas por ser virales y el lenguaje se vuelve una caricatura de modismos repetitivos, lo inorgánico ya no es sinónimo de artificial. Es en realidad lo que va quedando de nosotros.

Pero no hago un llamado a odiar la tecnología. Pido no abandonar nuestra alma, volver siempre a ella. Volver a la “Inteligencia Artesanal”, como alguien la llamó. A la que no se puede programar:

La que duda y se contradice. La que a veces no sabe qué decir. La que no intenta solo ganar discusiones con opiniones “copy-paste”, sino comprender.

Nos urge volver a contar nuestras historias vividas. Con nuestra propia voz, a nuestro propio ritmo, con su propia duración. Necesitamos hablar de verdad y quitarle el poder a la dictadura de los emojis. Es urgente escribir cosas que no parezcan redactadas con el único interés de agradar al algoritmo.

Es ahora cuando nuestro instinto nos reclama imperfección. Reconocerla, valorarla, crecer a partir de ella. Que sea imperfecto, pero honesto. Hay que considerar que la única revolución posible ante lo digital es la de ser humanos.

Lo verdaderamente disruptivo no será ya la inteligencia artificial, será la emocional.

La que reconocerá siempre cuándo callar, cuándo detenerse y cuándo dejar de discutir con pantallas, teclados y bots. La que entiende que al otro lado no hay nadie, hay algo. O lo que es peor, que si hay alguien, quizá dejó de ser y sentir hace rato por que así lo determinó un algoritmo.

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