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Columnistas | PUBLICADO EL 23 abril 2019

Las pasiones de Colombia

Por JUAN DAVID RAMÍREZ CORREAcolumnasioque@gmail.com

En Semana Santa estuve atento a las reflexiones sobre lo que pasa en el país. Hablaron los curas, hablaron los políticos, y con tono recurrente mencionaron la necesidad de reconciliarnos, el perdón, la tolerancia, la espiritualidad en nuestras actuaciones, en fin.

Eso no está mal. Sirve para superar un montón de pasiones con las que cargamos, que representan un sufrimiento tan pesado como la cruz que Jesús cargó en el Viacrucis. Recapitulemos, entonces, tres pasiones que cargamos como yugo en el cuello.

La primera, la polarización. Esa idea enquistada de que los buenos son unos y de ahí para allá todos son malos, ha sido nefasta. No existen los matices y el radicalismo sacó a relucir las peores aberraciones por el poder. Consecuencia: un montón de absolutistas con agenda propia, capaces de lavar cerebros con el champú de la intransigencia. Esa polarización nos ha llevado a que la política esté cargada de intolerancia y de actuaciones sórdidas, en las que se aplica la flamante fórmula de atizar hogueras y echarles culpas a otros. Eso lleva, sin más ni menos, a que se pierda la confianza y a crear ídolos con piernas de barro.

Aquí va otra, la falta de confianza. Nadie cree en nadie y si se perdió la confianza en quien está al lado, ¿quién le cree a un servidor público impoluto cuando por culpa de otros hay un manto de duda sobre sus actuaciones? Si no creemos en nadie, se imaginarán, entonces, lo poquito que confiamos en la institucionalidad. El rollo es complejo, pero se podría solucionar. Pensaría que lo primero es creer que el gobierno actual es capaz de hacer bien las cosas, cumplir con lo prometido, bajarle al voltaje del radicalismo y desligarse de los apasionamientos. Eso serviría para empezar a soltar un poquito tantas taras creadas y confiar que entre todos se le puede corregir el caminado a esta vuelta.

Vamos con la tercera, la geopolítica del riesgo. Por culpa de un vecino maluco más congraciarnos con otros gobiernos, le pusimos la cara al rollo maluco, y, en cualquier momento, ¡taque!, nos pueden pegar un batacazo y dejarnos sin dientes. Pero si afuera llueve, adentro no escampa. Mientras cuidamos el jardín, la casa tiende a descuadernase. El Eln es un problema, las bandas criminales siembran cada vez más el caos en las regiones y la tentación de uno que otro pseudo converso de las Farc la está haciendo redonda, ponen a pensar bastante sobre los riesgos existentes.

Esas son solo algunas pasiones que cargamos. Pero tanto peso tiene que llevar a levantar la mano, una mano señalando clarito, clarito, hacia dónde andar, a ver si nos liberamos de lo que nos atormenta como si fuera la corona de espinas que Jesús lució. ¿Será que el gobierno al fin sí se le mide a levantar con fuerza esa mano? Ahí les queda la pregunta.

Juan David Ramírez Correa

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