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Columnistas | PUBLICADO EL 06 septiembre 2022

La vida como designio

El odio es sin duda uno de los designios más sencillos de cumplir y de alimentar, pues solo precisa de sí mismo para cumplirse a cabalidad. El nuestro se nos ha incubado en el ADN con paciencia y sevicia.

Como si su apellido fuera apenas un designio más que debía cumplir, Hadi Matar, un joven de 24 años de origen libanés, caminó presuroso por Nueva York, tal vez con su cabeza repleta de radicalismos y resentimientos, antes de abalanzarse sobre la humanidad de Salman Rushdie y propinarle en el cuello, en el abdomen y en la cara algo más de diez puñaladas que dejaron al escritor al borde de la muerte. Un día después, el joven Matar se declaró inocente del cargo de intento de asesinato contra el autor de Los versos satánicos; además, aceptó no haber leído la obra y apenas conocer las demás novelas de Rushdie. En efecto, quizá Matar no estaba cumpliendo con la fatua orden de 1989 del ayatolá Jomeini, quien antes de dictarla tampoco tenía cómo haber leído el libro de Rusdhie, ni lo leyó después, según afirmó en una entrevista.

La verdad es que, quizá, ni al uno ni al otro les interesaba leer la obra, saber qué decía o quería decir el escritor de origen indio, porque en el fondo los dos solo estaban cumpliendo con un designio que se les imponía más allá de sus propias posibilidades: el del odio. Este es, sin duda, uno de los más sencillos de cumplir y de alimentar, pues solo precisa de sí mismo para cumplirse a cabalidad. Es curioso que a estas alturas de la historia ciertos fundamentalismos religiosos o políticos campeen su bandera. Más lamentable es que en un país como el nuestro el valor de la vida pareciera perder significado, pues llevamos décadas matándonos en nombre de un color, de una fe, de un partido de fútbol o de cualquier otra disculpa que parezca válida para arrasar y pisotear al otro.

Nuestro odio es de vieja data y se ha incubado en nuestro ADN con paciencia y sevicia. A las guerras civiles, que se extienderon hasta principios del siglo pasado, les siguió la época de la violencia, y a esta, la del narcotráfico, en las cuales cayeron Gaitán, Pizarro, Galán y tantos otros anónimos asesinados por perseguir sus ideales, y cuando creímos ver la luz, nos dimos cuenta de que la violencia guerrillera y paramilitar seguían ahí, así como una pequeña pero inagotable seguidilla de muertes, de asesinatos por asesinatos.

Nuestra historia es una larga guerra, el país se ha desangrado en un designio de odio que tal vez sea el momento de cambiar. Porque también es cierto que ninguna sociedad en el planeta está obligada a cumplir con cien años de ira y sangre. Después de todo, no podemos olvidar que Salman Rushdie sigue vivo y que, así sea, nos demuestra que al designio del odio se impone siempre, tarde que temprano, uno mayor que todos estamos llamados a cumplir: el de la vida. Como padres debemos reflexionar a diario sobre el valor de la vida; sin ello, las medidas punitivas siempre serán insuficientes para lograr una sociedad sin tanto odio 

Juan Camilo Quintero

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