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Columnistas | PUBLICADO EL 19 agosto 2021

Gestionando frustraciones...

Por Agostinho Ramalho Almeida.@Agos_Almeida

En las organizaciones, la comunicación es crucial paramantener a las personas actualizadas y sintonizadas con la estrategia; es un habilitador del éxito de los objetivos y metas a corto y a largo plazo. Dentro de ese concepto, una de las funciones del liderazgo es orientar y garantizar que la mayoría de los esfuerzos se coloquen en la dirección correcta a través de esa comunicación y la gestión de expectativas. Sin embargo, en esa trayectoria suele surgir un componente clave, pero complicado: la gestión de frustraciones. Sobre todo porque, como toda emoción, la mayor parte está cargada a nivel individual, con repercusiones naturales para la dinámica del trabajo en equipo. Sentirse frustrado ante diferentes escenarios es normal y parte de la gestión de nuestras propias expectativas y sentimientos, pero podría decirse que este es uno de los tagostinemas más importantes que gestionar de forma temprana, a riesgo de que se vuelva el centro de los esfuerzos del equipo.

La frustración se puede definir como una emoción que resulta de no obtener lo que esperamos o queremos, dos cosas bien diferentes. Para muchos autores, la frustración es una de las emociones más poderosas y peligrosas, una que desde edades tempranas sentimos como seres humanos, ya que su función última podría ser la de dirigir nuestra atención y hacernos reaccionar. Pero también puede llevarnos a tener comportamientos que no son beneficiosos y que incluso pueden llegar a ser, en extremo, destructivos, obstaculizando de manera importante las actividades y logros personales y grupales.

Entre muchas otras cosas, la pandemia nos ha enseñado sobre la frustración. Personalmente creo que su incidencia no solo ha aumentado, sino que se han diluido las barreras entre lo personal y lo profesional: el entorno de trabajo remoto no ha sido el mejor escenario para ayudar a lidiar con esto y todavía hay cosas que debemos aprender a hacer virtualmente y que en presencia serían muy diferentes. Por ejemplo, la gestión de las expectativas y frustraciones de las personas en un mundo complejo y tan retador en que vivimos: covid-19, cambio climático, recesión/recuperación económica, guerras, etc.

Existen diferentes recomendaciones sobre cómo manejar estas emociones. La más común sería simplemente sentir la frustración y dejarla pasar, pero dependerá del tema y su relevancia. Otra es distanciarnos de los eventos que la provocan para tratar de tener una visión lo más imparcial posible —difícil de lograr si estamos tan comprometidos con el tema—. En teoría, esto podría ayudar a mantener la tranquilidad antes de actuar.

Independientemente del camino que elijamos, es crucial comprender la diferencia entre lo que queremos, lo que realmente necesitamos y la realidad. Porque, al final, esto nos ayudará a valorar si debemos aceptar la situación a la que nos enfrentamos o reaccionar e insistir en cambiarla o simplemente posponer las decisiones para cuando podamos tener una visión diferente y más tranquila de la situación. La frustración, como muchas otras emociones, hace parte de todos nosotros y puede representar una desventaja en diferentes escenarios; pero es importante que entendamos bien sus orígenes y la forma de canalizarla como una palanca para nuestras acciones y lo queremos lograr

Agostinho J. Almeida

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