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Columnistas | PUBLICADO EL 21 noviembre 2020

Cómo manejar a quienes ignoran la seguridad contra Covid

Por Emily Oster

Los casos de Covid-19 han aumentado en todo el país (Estados Unidos), incluso en lugares que tuvieron tasas bajas durante el verano. En respuesta, muchos estados han aumentado las restricciones y enfatizado la necesidad de prevenir la transmisión. La gente no está escuchando.

Las familias siguen haciendo planes para el Día de Acción de Gracias. Las grandes reuniones continúan a pesar de las advertencias. Esto también está sucediendo fuera de los Estados Unidos. Hay una frase para esto: “fatiga pandémica”. La gente está cansada de cambiar su comportamiento a causa del coronavirus.

Nada de esto debería sorprendernos. Las personas a menudo se muestran reacias a hacer cosas que les pueden resultar desagradables para mejorar su salud. El gobierno estadounidense gasta millones de dólares cada año para educar al público sobre una dieta saludable, por ejemplo. Y, sin embargo, se ignora la mayoría de estos consejos.

En mi propio trabajo, encuentro poca evidencia de que las personas cambien su dieta a pesar de recibir un diagnóstico de diabetes. El mismo patrón ocurre con las enfermedades infecciosas. Incluso en la cima de la epidemia del VIH, antes de que se dispusiera de tratamientos generalizados, los datos de varios países del África subsahariana mostraron reducciones limitadas en las conductas sexuales de riesgo.

Es aún más difícil conseguir que la gente haga cambios para la salud de otros. Una de las razones por las que luchamos para conseguir cooperación total con las vacunas para la influenza o enfermedades de la niñez es que los beneficios son principalmente para la salud pública. Cuando tenemos que depender de las personas para que tomen buenas decisiones privadas por el bien de la salud pública, el cambio de comportamiento es esquivo.

Detener la propagación de Covid-19 requiere exactamente esto: un cambio en el comportamiento privado. El virus se está propagando en entornos informales como fiestas, piyamadas, cenas en los hogares de las personas. La propagación se ha acelerado en las últimas semanas, ya que el clima más frío ha trasladado más reuniones sociales al interior.

Entonces, ¿cuál es la respuesta? Ojalá hubiera una fórmula mágica para el cambio de comportamiento, pero no la hay. Tenemos que reconocer la inutilidad de confiar exclusivamente en nuestros enfoques actuales y luego buscar algo nuevo.

En brotes más recientes en China, el gobierno ha examinado a millones de personas en un período corto para limitar la propagación.

Los estadounidenses deben empezar a pensar en cómo controlar la pandemia bajo el supuesto de que la gente no necesariamente va a escuchar. Las pruebas son un componente clave de esto. ¿Qué pasa si, para el Día de Acción de Gracias, además de decirle a la gente que no vea a sus familias, también enfatizamos en la realización de una prueba antes y después de viajar y el aislamiento hasta que los resultados estén disponibles?

Aún así, debemos pedirle a la gente que mantenga las reuniones pequeñas y reforzar la recomendación de evitar viajar, pero debemos reconocer que no todos escucharán. Las pruebas son una herramienta de apoyo útil.

Nuestra capacidad de prueba dificulta esta estrategia en muchos lugares. Pero en algunos estados, es posible realizar pruebas en cualquier extremo del viaje. A los funcionarios de salud pública les puede preocupar que las pruebas se presenten solo como último recurso, por temor a que animen a las personas a viajar y bajar la guardia. Pero el hecho es que su guardia ya ha bajado.

Imagínese cómo sería el Día de Acción de Gracias si tuviéramos kits de prueba baratos y rápidos en el hogar. Nuestras familias podían realizar pruebas todos los días y detectar casos rápidamente. Las pruebas no son perfectas (como mostró el brote de la Casa Blanca en el jardín de rosas), pero las pruebas rápidas y ampliamente disponibles harían las cosas más seguras. Esta tecnología debería ser parte de la primera línea de nuestra respuesta viral y necesita más inversión.

Las alternativas son encierros más extremos y medidas punitivas para detener grandes reuniones.

Como es el caso con tantos otros comportamientos de salud, no podemos esperar soluciones basadas solamente en cambios al comportamiento individual. La fatiga pandémica es real, y tenemos que encontrar soluciones más realistas.

Si quiere más información:

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