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Columnistas | PUBLICADO EL 11 enero 2021

Aquellas noches del sombrerón

Por Juan José García Posadajuanjogp@une.net.co

En estas noches silenciosas del toque de queda sentí como si en Medellín hubiéramos retrocedido hasta mediados del Siglo Diecinueve, cuando por las calles tenebrosas de la villa aparecía el espanto del Sombrerón, que paralizaba del miedo a los dos o tres parroquianos noctívagos que se atrevieran a andar a tales horas por el vecindario.

He presumido, al analizar las costumbres de aquel entonces narradas por don Eladio Gónima en sus Apuntes para la historia del teatro de Medellín y vejeces, que tal vez el invento de los espantos urbanos haya sido el antecedente de las estrategias de seguridad de la autoridad municipal para disuadir a los ciudadanos de salir en horas avanzadas de la noche y garantizar que la vida de este pueblo discurriera en forma tranquila y libre de sobresaltos.

El temor al Sombrerón, su caballo que hacía saltar chispas en el empedrado y sus perros infernales, era suficiente motivo para que Medellín se mantuviera a salvo de alteraciones de la calma nocturna y para que alguno de los escasísimos ladrones de entonces se abstuviera de cometer fechorías.

Planes, técnicas e instrumentos de seguridad han mejorado al compás de los avances en materia del control del orden urbano. Si el Sombrerón reapareciera en estas noches nadie se asustaría. Espantos más espeluznantes han surgido en siglo y medio de vida nocturna y diurna en este valle. Y al mismo tiempo sorprende, descresta, la sofisticación de la tecnología de vigilancia y control.

Que haya miles de cámaras instaladas en puntos estratégicos, como lo leí hace tres días en el periódico, es un acontecimiento muy positivo. El refuerzo de la inteligencia artificial, los sistemas informáticos y los gendarmes robóticos debe incrementar capacidades y eficiencia de la fuerza pública, la cual no por eso debe abandonar las calles para concentrarse en salas de mando.

Y esa vigorización de la inteligencia ojalá ayude a la prevención y la erradicación de los delitos y la innovación no sea sólo para mostrarles a las visitas y ufanarnos de la puesta de Medellín al ritmo de las ciudades más seguras. Claro que en tiempos como los actuales hay que admitir, así sea a regañadientes, que la libertad tiene enormes condiciones y limitaciones. Priman el orden y la seguridad, sin los cuales sería una ilusión vivir como hombres libres.

Bienvenidos los planes razonables, prudentes, pero audaces y efectivos, para reconquistar el derecho inalienable a sentirnos seguros, sin llegar al extremo del amansamiento colectivo mediante el Control Social de los chinos, y así la sensación de que la máquina del tiempo, el cronóptero, nos haya trasladado a las noches del Sombrerón, el espanto más famoso y protector que haya tenido Medellín, como consta en las historias de don Eladio Gónima

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