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Lo que tienen en común Pierre Omidyar, creador de la plataforma de subastas en internet eBay, y Alexander Graham Bell, fundador de la ahora conocida como AT&T (compañía de telecomunicaciones) es que, además de haber dado vida a dos firmas que hacen parte del listado Fortune 500 (uno de los ranquin más destacados para las compañías más grandes del mundo), es que Omidyar, siendo francés de ascendencia iraní, y Bell, escocés, hacen parte de la lista de inmigrantes que impactaron positivamente la economía de Estados Unidos creando emporios que vendieron 9.567 y 190.500 millones de dólares en 2017.
Ese hecho es sólo una parte de cómo la inmigración puede afectar el desarrollo financiero de una nación. La coyuntura ha puesto de manifiesto cuáles pueden ser los alcances de la ola migratoria de venezolanos y el impacto que pueden tener sobre la productividad del país.
En ese debate se han encontrado algunas voces. De un lado, organismos como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde) y el Fondo Monetario Internacional destacan el beneficio económico de la llegada de extranjeros a hacer parte de la fuerza laboral de países tanto emergentes como desarrollados.
El Fondo Monetario Internacional ha encontrado que el impacto de la mano de obra extranjera menos calificada en los países más desarrollados es significativo en la medida en que los recaudos fiscales se incrementan gracias a que el nuevo capital de trabajo suma a los aportes de seguridad social y pagos de impuestos. “La integración de los inmigrantes en el mercado laboral incluye, por ejemplo, a ayudar a los nativos a actualizar sus habilidades y facilitar el acceso a servicios públicos como salud y educación”, dice el organismo.
Sin embargo, Juan Carlos Guataqui, profesor de economía en la Universidad del Rosario, cree que el impacto de los inmigrantes en economías desarrolladas es bien distinto al que pueda darse en naciones emergentes como la colombiana. De acuerdo con el profesor universitario, los contextos históricos y económicos son vitales para que la llegada masiva de extranjeros termine por considerase como un eje fundamental dentro del crecimiento de la economía de una nación.
“El Estados Unidos de las décadas del 60 y 70 supo cómo aprovechar una masiva llegada de ciudadanos foráneos pues necesitaban de mano de obra menos calificada para darles un impulso a ciertas industrias, fenómeno que aún se repite. El caso por el que pasa Colombia dista mucho pues la mano de obra que se requiere no es precisamente la menos calificada, y ese tipo de trabajadores son los que se están empezando a acercar al mercado laboral colombiano”, afirmó Guataqui.
Para el experto, la llegada en sí de los cerca de un millón de venezolanos (según Migración Colombia) no supone que se pueda dar un incremento productivo, al menos cuantificable desde el ámbito laboral. Básicamente porque demandarán más de la oferta que hay en el país, lo que generará un mayor crecimiento de la informalidad, y a su vez ahondaría en una caída de la productividad laboral, que en Colombia fue del 0,44 % durante 2017, lo que le representó un descenso cercano al 0,5 %, con respecto a 2016 (ver Informe).
La tesis del académico se confirma con un estudio del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, que encontró que la población inmigrante proveniente desde Venezuela no cuenta con niveles educativos altos: “el 80 % tiene, como máximo, hasta niveles de educación secundaria”.
Aun así, un documento de la Ocde dice que si bien aumenta la oferta por empleos (sin distinción sobre el tipo de mano de obra), también hay un auge de ofertas que tienen en cuenta a las poblaciones extranjeras más jóvenes y económicamente activas.
Una investigación del Banco Mundial da cuenta de cómo esa mayor segmentación “joven trabajadora” impacta positivamente. “Un aumento de un punto porcentual debido a una mayor proporción de la población para trabajar impulsa el crecimiento del Producto Interno Bruto per capita entre uno y dos puntos porcentuales”.