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En los últimos 50 años un enjambre de miles de satélites artificiales han poblado la órbita terrestre, se entrenaron astronautas para ir a Marte y en un momento en el que el turismo cósmico comienza a despegar, la carrera espacial pareciera no haber comenzado.
Esta era se reinventa y “la competencia se va a poner mejor”, dice David Pineda, ingeniero y cofundador del programa en Ingeniería Espacial de la U. de A. “Los próximos cinco años serán de mucho movimiento aeroespacial”, reitera.
En el sector privado son Blue Origin y Space X, las empresas de los empresarios Jeff Bezos y Elon Musk, las que tienen los cohetes más grandes y poderosos. Y es que los programas espaciales de los multimillonarios son abundantes. A los dos más famosos se suman: Paul Allen, Richard Branson y Robert Bigelow.
Además, “hay muchas empresas pequeñas que se están moviendo en otro segmento: el de satélites pequeños”, complementa Pineda. La spin-off del Instituto de Tecnología de Georgia, SpaceWorks asegura que en el próximo lustro se lanzarán entre 2.000 y 2.800 nano/microsatélites, pequeñas naves de menos de 1.000 kilogramos de peso.
Para los más osados como Bezos, la exploración del cosmos gestó un nuevo mercado: el turismo espacial. Creó Blue Origin en el 2.000 como una propuesta de turismo espacial suborbital de “bajo costo”, basado en su cohete reusable New Shepard, cápsula para carga o tripulación con grandes ventanales.
Durante los últimos 19 años, el hombre más rico del mundo ha financiado su compañía espacial casi completamente de su bolsillo y el pasado viernes hizo público su objetivo de colonizar la Luna.
A la mejor forma de Steve Jobs, Bezos presentó una maqueta del módulo de aterrizaje lunar de Blue Origin en un pequeño evento, solo para invitados, en Washington. Ese que se desacopla del módulo principal o de comando para descender a la superficie lunar con los astronautas y su carga, y que luego de finalizada la misión, los eleva de nuevo a la órbita lunar, los desplaza hasta el módulo principal e inicia el retorno a la Tierra.
El plan es enviar el módulo de aterrizaje lunar, llamado Blue Moon (Luna azul), al cráter Shackleton en el polo sur de la Luna.
El mes pasado, su compañía ya insinuaba señales de este anuncio de manera enigmática. En un trino escribió: “5.9.19”, un texto que se acompañaba de una foto del Endurance, el barco que transportaba al explorador británico Ernest Shackleton en una misión a la Antártida a principios del siglo XX.
El punto de la Luna que tiene el nombre de este científico aventurero es un destino estratégico que fue elegido por sus recursos. El cráter recibe luz solar casi de manera perpetua, que puede ser utilizada para energía. Y, lo más importante, dijo Bezos, es que se cree que el polo sur lunar alberga grandes depósitos de agua helada, que potencialmente pueden usarse para soporte vital o descomponerse en sus elementos constitutivos, hidrógeno y oxígeno, y reutilizarse como combustible para cohetes. Por esta razón, dijo Bezos, el módulo de aterrizaje lunar está alimentado por hidrógeno líquido, por lo que puede reabastecerse de combustible en la superficie del satélite natural.
El empresario norteamericano ha hablado anteriormente de la viabilidad de las fábricas en el espacio, que podrían aprovechar el entorno de microgravedad para construir estructuras a gran escala que no serían posibles en la Tierra.
Y sí, como dijo a la revista Wired, George Sowers, exvicepresidente de proyectos avanzados en United Launch Alliance —la empresa de servicios de lanzamiento de naves espaciales para el gobierno del país del norte—, tiene razón y “el agua espacial es el nuevo petróleo”, Bezos podría ser quien controle la primera estación de servicio para los viajes interplanetarios.
El también propietario de Amazon aseguró que el lander podrá aterrizar suavemente en la superficie lunar con hasta 6,5 toneladas métricas de peso de carga útil. Afirmó que el vehículo podrá transportar una amplia variedad de cargas útiles en su cubierta superior y alunizar hasta cuatro grandes exploradores simultáneamente.
Además, presentó el motor BE-7, que se usará para controlar el descenso del módulo de aterrizaje. Blue Moon que pesa aproximadamente 33.000 libras cuando está cargado de combustible, pero para cuando toque la superficie lunar, solo pesará 7.000 libras. Por esta razón, contó Bezos, tuvieron que desarrollar un motor especial de descenso que tiene “capacidad de aceleración profunda”, por lo que los motores podrían reducir drásticamente su fuerza a medida que el módulo de aterrizaje se deshaga de masa.
Dijo que el motor se someterá a una prueba de calor por primera vez en pocos meses, pero no especificó cuándo volara el vehículo.
Es claro que para Bezos, dice Pineda, la Luna es solo un trampolín hacia la meta más grande de convertir a los humanos en navegantes del espacio y colonizadores de otros planetas.
A largo plazo, Bezos expresó que esto será necesario para contrarrestar el agotamiento de los recursos en la Tierra. Y Julián Mauricio Arenas, coordinador del pregrado de Ingeniería Aeroespacial de la U. de A., analiza que a corto plazo también presenta una gran oportunidad de negocios: “Invertir en el espacio nos ayudará a conservar la Tierra, permitirá tener una agricultura inteligente, acceso a imágenes satélitales y mejorará la navegación aérea”.
Nuevos actores entraron en escena en medio de una necesidad de las agencias espaciales de renovarse o morir. Esto al ver reducidos sus presupuestos drásticamente.
“El trabajo de mi generación es construir infraestructura”, dijo Bezos. “Construiremos un camino espacial”, anunció.
Y los analistas dicen que lo hizo en un momento clave. En marzo, cuando el gobierno estadounidense anunció el alunizaje para 2024, las grandes preguntas fueron: “¿con qué cohete, cápsula y módulo de descenso lunar?”
En cuanto al mejor posicionado para proveer dicha capacidad, dice el coronel Raúl Gutiérrez, magíster en Administración Aerospacial de la Escuela Superior de Comercio de Toulouse en Francia: “es Space X, pues tanto el Space Launch System (SLS) y la cápsula Orión, que la Nasa está desarrollando para tales propósitos, están sumamente atrasados y con pocas probabilidades reales de estar listos para dicha fecha”.
De ahí la preocupación del gobierno de Donald Trump y de la frase de Pence, “lo haremos por cualquier medio disponible”. Por ello, el vicepresidente de este país, Mike Pence, anunció el pasado 26 de marzo dio la instrucción a la Nasa a desarrollar, por cualquier medio necesario, la capacidad para volver con seres humanos a la Luna en 2024, con miras a establecer una presencia humana permanente.
Arenas asegura que ese objetivo no será posible sin una participación de actores privados. Ese vacío es el que justamente llenaría el módulo Blue Moon presentado por Bezos, para muchos una jugada maestra en la que venían trabajando desde hace varios años y da respuesta al gran interrogante de cómo llegar a su superficie y regresar de ella, desde y hacia la órbita lunar.
El siguiente paso sería mandar humanos a la órbita, lo que pone mucha tensión en el envío de un cohete y también requiere más potencia.
Si bien el mes pasado, la compañía completó con éxito el vuelo número 11 de prueba el New Shepard; mucho tiene que probarse antes de que se convierta en realidad.