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Esta semana, el segundo electorado más numeroso del mundo, después de India, elige a sus diputados. 427 millones de personas, de 28 países de Europa, están habilitadas para votar en los comicios para el Parlamento Europeo, una de las tres instituciones fundamentales de la Unión Europea.
El relevo en el Parlamento llega en un momento coyuntural para la UE, debido al fortalecimiento de movimientos nacionalistas y al proceso de salida de uno de sus miembros, Reino Unido, el cual persiste sin concretarse desde el referendo de 2016 en ese país.
De alguna forma, para los expertos, estos comicios enfrentan dos visiones de Europa que nunca habían llegado a los niveles de radicalización actuales: la noción de una identidad continental contra la que reivindica los colores nacionales.
Entre las instituciones de la UE, la Comisión, el Consejo y el Parlamento Europeo, este último es el único por el que los ciudadanos de los 28 países votan directamente.
Como explica Miguel Martínez, profesor de relaciones internacionales de la U. Externado, es por lo tanto el que materializa de forma más clara ese experimento único en el mundo: el de una democracia administrada entre varios Estados.
Cada uno de estos tiene un número fijo de escaños entre los 751 totales, determinados por el tamaño de su población. Así, por ejemplo, mientras Alemania cuenta con 96, países pequeños como Malta solo alcanzan 6 parlamentarios.
La mayor particularidad de la elección, como explica Ana María Parente, experta en asuntos internacionales de la U. de Medellín, es que los partidos de distintos países, pero con ideologías similares, establecen alianzas por lo que el control de esta institución no está completamente determinado por el país que más escaños tenga, sino por la corriente política que llega más cohesionada.
Esta unidad, señala Martínez, es fundamental, pues en esta institución se toman decisiones como el presupuesto de la UE, leyes que aplican en todos los Estados miembros y el control del órgano Ejecutivo: la Comisión Europea. Son los parlamentarios los que postulan a los 28 miembros y también tienen la capacidad de abrir contra estos procesos de destitución.
Pese a este nivel de influencia, la participación de los ciudadanos en estas elecciones viene decreciendo desde su establecimiento en 1979. En 2009, la última vez que se celebraron, solo el 43 % de las personas habilitadas votaron.
Para Parente, “los europeos se acostumbraron tanto a sus instituciones, que ahora las sienten lejanas pese al poder que tienen sobre las políticas de sus países”.
Paradójicamente, los más interesados en la composición del Parlamento Europeo son los llamados euroescépticos, los movimientos políticos que ven con recelo el control que la UE ejerce sobre sus soberanías nacionales.
Hasta ahora, explica Martínez, lo que les ha impedido establecer una mayoría han sido sus divisiones internas. Sin embargo, en estas elecciones cuentan con el liderazgo del ministro del interior italiano, Matteo Salvini, quien convocó este fin de semana a líderes de 11 países de cara a una posible alianza que les permita controlar el Parlamento.
Esta posibilidad aumentaría debido al factor de Reino Unido, cuya salida de la UE sigue sin concretarse y, por lo tanto, se vio obligado a participar en las elecciones de una comunidad que pretende abandonar.
En el momento en el que se ejecute el Brexit, los 73 eurodiputados de este país dejarían el Parlamento, lo que cambiaría la estructura de las mayorías, “debilitando en principio a los conservadores moderados y fortaleciendo a las corrientes populistas”, señala Parente.
El escenario general, para los expertos, es de desgaste. De la Unión Europea como institución, y de ciertos partidos tradicionales que vienen siendo reemplazados por movimientos nuevos y más extremos.
La incertidumbre será si esa corriente alcanzará para virar el rumbo de una institución como el Parlamento Europeo, que se ha mantenido en la centroderecha del Partido Popular Europeo durante los últimos 20 años. Dicho de otra forma, el desgaste de la Unión Europea terminaría poniendo sus instituciones en manos de quienes menos creen en ellas