Han sido varias las marchas realizadas en nuestro país. Algunas motivadas por el clamor de la liberación de los secuestrados, donde millones de personas vestidas con el puro blanco de la libertad nos pusieron a reflexionar profundamente, no solo a los colombianos, también internacionalmente muchos países se unieron con su apoyo y divulgación sobre los atropellos de la guerrilla y el paramilitarismo.
Por otros atropellos que han tocado la sensibilidad de la sociedad también se ha convocado a marchar pacífica y hasta recreativamente.
Pero en el momento más importante de citar a estas marchas debido a las tantas vergüenzas nacionales. Como los ya ocho meses cumplidos sin nombrar el Fiscal General por los famosos choques de trenes, y por el no logro de los 16 votos requeridos por el nombramiento en propiedad del Fiscal.
Pero lo ocurrido el pasado 14 de marzo ya es la tapa de las tapas. Un país ejemplar internacionalmente por la pulcritud en todas las justas electorales tuvo el más denigrante, inexcusable y vergonzoso hecho que marcará por siempre el mayor estropicio contra la más pura y digna democracia que quedó mancillada por el sin número e inexplicables causas que nos dejan con absoluta incredulidad sobre los escrutinios de Senado, Cámara y consultas de los partidos. ¡Aquí sí se tenía que marchar multitudinariamente en rechazo a tamaña barbaridad!
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