Son 56 maneras de armarse. Es un rompecabezas gigante, si se quiere. Es la escultura monumental del maestro bogotano Rodolfo Sánchez Lalinde, que hace parte de las 84 obras que se subastarán esta noche por una buena causa.
En tres módulos en los que se desarma el Homo Ludens, hecho en hierro patinado, se trajo, desde Bogotá, la inmensa pieza que llegó a su sitio temporal, al lado del edificio Suramericana. Allí, impone su reflexión.
Como lo hacen el resto de obras, algunas de las cuales pueden hacer subir las palpitaciones esta noche en la edición número 23 de la subasta Cariño, con el compás del martillo, Ricardo Barreneche y los comentarios de la museóloga Lucrecia Piedrahíta.
Piezas que son tesoros
Cuenta Alberto Hugo Restrepo, quien hizo parte de la labor de curaduría, que por primera vez en muchos años hay una obra del maestro Fernando Botero. Se trata de Mujer con manzana , un dibujo hecho a lápiz sobre papel, que estaba en manos de un coleccionista.
Si de tesoros se trata, allí también estará un cuadro del fallecido artista Ómar Rayo. En las últimas subastas de las casas Sotheby's y Christie's, tan solo una de sus obras, de un metro por un metro, alcanzó la suma de 57.000 dólares, por lo que se espera emoción cuando entre a la puja su obra ST.
Más adrenalina anticipa Alberto Hugo para cuadros de artistas de la talla de Aníbal Gil, Saturnino Ramírez o Nadín Ospina, e incluso, Francisco A. Cano, con una pieza "como para un museo".
En 84 obras de 69 artistas hay un "amplio espectro del arte colombiano". Allí están consolidados maestros pero también talento joven. Por ello, son dignas de verse en la exposición que precede a la subasta.
Juan Carlos Alvarez, director de la Corporación Cariño, dice que esta es una oportunidad para que estén diversos compradores: los inversionistas, los aficionados al arte, quienes quieren tener en casa una valiosa obra y hasta los que cuidan las causas a las que aportan.
Ellos tienen la certeza de "ofrecer arte a muy buen precio" (las hay desde 300 mil pesos), incluso mejor que ir a los talleres de los artistas. Para ello hacen un proceso riguroso y entregan las obras con certificado de autenticidad.
Es por una causa que hace feliz por partida triple. A quien compra, porque adquiere una pieza con un sello de garantía que además se valoriza. Toda una inversión.
Al artista o coleccionista que elige, y en ocasiones, dona ese activo valioso para que siga un viaje, el de la exhibición privada o pública.
Y a los niños, en especial, a los que son víctimas del maltrato y abuso sexual, quienes sonríen con cada acto de bondad que les llega a partir de la cadena que se pone en acción cuando se recauda este dinero.
Con ello, el arte tiene otro color, el de la solidaridad.
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