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Obama, después de Osama

  • Michael Shifter | Michael Shifter
    Michael Shifter | Michael Shifter
09 de mayo de 2011
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En los Estados Unidos, la noticia de la muerte de Osama Bin Laden se manifestó con una sensación de alivio y satisfacción. El ambiente estaba lejos de ser triunfalista -tal como se reflejó en el anuncio adecuadamente sobrio del Presidente Obama-.

Es inapropiado celebrar la muerte de otro ser humano, a pesar del asesino que fue. Y pocos tienen la ilusión de que la amenaza del terrorismo -aún viniendo de un Al Qaeda debilitado- ha desaparecido.

Pero la noticia fue bien recibida por una nación que tenía buenas razones para temer el próximo movimiento mortal de Bin Laden y que se sentía frustrada porque había eludido a las autoridades de E.U. por tanto tiempo.

Su muerte ha suscitado muchas preguntas. ¿Las políticas de la era Bush y la declaración de la guerra contra el terrorismo se han justificado? ¿O es que la operación llevada a cabo con éxito por los "Navy Seals" muestra el valor de las labores de inteligencia y el buen trabajo policial?

También está el inevitable debate sobre si la tortura ayudó a obtener alguna información que fue útil para localizar a Bin Laden. Sería lamentable para el país si se politizan demasiado los hechos -o si los defensores de la tortura lo utilizan para justificar técnicas que son indefendibles y que han tenido un costo enorme para la imagen y la reputación de los E.U. durante los años de Bush-.

Ha sido difícil para otros países, incluyendo América Latina, identificarse con la catarsis emocional que produjo la muerte de Bin Laden a la mayoría de los estadounidenses. La excepción puede haber sido Colombia, donde las reacciones de simpatía fueron marcadamente fuertes. Después de todo, los colombianos han sufrido durante mucho tiempo el flagelo del terrorismo, y se sintieron aliviados de manera similar en septiembre de 2010 con la muerte del Mono Jojoy , uno de los principales comandantes de las Farc, quien había sido responsable de muchas muertes. La captura y el encarcelamiento en Perú del líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, en septiembre de 1992, también viene a la mente.

Se pueden establecer algunos paralelos con la incursión militar de Colombia al campamento de las Farc en Ecuador en marzo de 2008, el asesinato de 'Raúl Reyes' y el decomiso de archivos informáticos valiosos. En ese caso, como en este, ha habido "inteligencia práctica" de un terrorista que había establecido refugio en otro país.

Por cierto, hay diferencias importantes entre los dos casos. EE.UU. ha proporcionado a Pakistán amplias sumas de asistencia, mientras que Colombia tenía una relación diferente con el Ecuador. Como resultado, en América Latina en particular, la incursión militar de Colombia provocó acusaciones de violación de la soberanía.

Las circunstancias de la muerte de Bin Laden han llevado a cuestionar el papel de Pakistán -la mayoría en los E.U. está convencida de que altos funcionarios del gobierno sabían de su paradero- y ha aumentado la presión para reducir o cortar la ayuda al poder nuclear. Además, esta muerte hace que una retirada de EE.UU. de Afganistán -la guerra más larga en la historia de ese país- sea más probable y rápida.

Estados Unidos ahora se centrará, probablemente más, en tratar de influir en cambios radicales en el Medio Oriente, la llamada Primavera Árabe. Si los gobiernos finalmente abrazan los valores democráticos -la antítesis del Bin Ladenismo- es una cuestión de suma importancia.

La muerte de Bin Laden ayudará a neutralizar las críticas a Obama y al Partido Demócrata de ser débiles en el tema de la seguridad nacional.

A pesar de que la reelección de Obama en 2012 está lejos de ser segura -todavía falta un tiempo para noviembre de 2012, y el precio de la gasolina y el nivel de desempleo tendrán un peso en la mente de los votantes- encuestas recientes confirman que el presidente ha recibido un impulso político significativo. Una vez más ha desconcertado a sus críticos.

Obama merece crédito por su calma y su manera deliberada por hacer frente al desafío de Bin Laden. Su estilo de liderazgo ha sido criticado por ser demasiado cauteloso, pero este éxito contrasta con el manejo de Bush en Irak, que terminó siendo un monumento a la precipitación.

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