Quizá el más lindo ejercicio democrático es la elección de Presidente de la República.
No es lógico que los colombianos sintamos indiferencia ante tal hecho. Por el contrario, debemos salir con entusiasmo a ejercer nuestro derecho y cumplir con tan sagrada obligación ciudadana.
Muchos dicen: "a mí qué me importa quién sube, si yo el lunes amanezco con las mismas deudas, los mismos problemas e igual tengo que salir a trabajar".
Argumento pobre, fruto de la falta de cultura política. Toda política, toda conducta, toda decisión de un presidente y su gobierno afecta nuestra vida. ¿No les habrá afectado la vida a los venezolanos la presencia de Chávez? ¿Ha sido indiferente para los brasileños el gobierno de Lula? ¿Qué dirían los bolivianos de Evo?
En fin. ¿Si no ejerzo mi derecho a elegir cómo puedo exigir mi derecho a criticar?
Una democracia real, no la que muelen algunos políticos con intereses egoístas y personales; no la de algunos medios de comunicación que se sesgan de acuerdo a sus propias pasiones, odios y amores, o simplemente intereses económicos. No. La democracia que busca "el bien común", ésta, requiere de nuestro concurso.
Esta democracia necesita de partidos fuertes, con ideología, con doctrina, con programas que busquen el bienestar de todos.
Desgraciadamente, desde aquella "operación avispa" de Alfonso López, más la corrupción, la intromisión de las mafias, los grupos terroristas, nuestros partidos se convirtieron en "grupos políticos de garaje" o de caudillos, solo con pretensión electoral pero vacíos de contenido político y programático.
La actual campaña electoral ha evidenciado esta realidad.
Sería sorprendente que partidos tradicionales como el conservador y el liberal estén con un porcentaje de favorabilidad de un dígito. Sería el fracaso total de sus actuales dirigentes incapaces de llegar a las masas. No pueden reclamar jefatura alguna.
Las realidades de hoy, ante los problemas de siempre, exigen enfoques nuevos, líderes frescos en sintonía con la gente de ayer pero especialmente con la gente nueva. Se siente el cansancio ante los viejos discursos y las promesas irrealizables.
Estas mismas realidades nos obligan a participar más y a elegir con cuidado a nuestros mandatarios.
Sí tiene que ver con cada uno de nosotros lo que pase mañana domingo.
Vote. Escoja al que quiera, con conciencia y con plena libertad, pero vote.
Es así de simple porque para los colombianos el domingo es la hora llegada.
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