Mientras los mercados globales tiemblan, aquí en Colombia pareciera que todo estuviera bajo control. A veces pienso que nos parecemos al avestruz cuando entierra la cabeza para no observar lo que pasa afuera. A pesar de que las cifras de crecimiento se han deteriorado y la economía no crecerá al mismo ritmo de los años anteriores, la aprobación del presupuesto general de la Nación por parte del Congreso de la República no tuvo modificaciones considerables a pesar de la crisis económica mundial. La austeridad no está en el orden del día. El mensaje es que aquí no pasa nada. Algunos conocedores del tema económico me decían que la economía colombiana aún no hace parte de los circuitos internacionales y que quienes están perdiendo grandes fortunas son aquellos que tienen inversiones fuera del país, como quien dice, los grandes cacaos. A mí me parece una tranquilidad muy sospechosa. Ojalá yo esté equivocado.
Si eso sucede en lo económico, a nivel político es evidente que las cosas empiezan a salirse de control. Una buena muestra de esto es el retiro del proyecto de ley para la reforma del sistema judicial, proyecto en el cual el gobierno había puesto todos sus esfuerzos. Y qué no decir de la reforma política, a la que ya ni siquiera la bancada oficial le camina. Pero también puedo estar equivocado. En el caso de la reforma judicial es posible que se tratara solamente de una cortina de humo para distraer la atención de las altas Cortes que vienen juzgando los casos de parapolítica y otros tantos de corrupción como lo evidenció el reciente informe de Human Rights Watch (HRW) presentado por el señor Vivanco, quien en palabras del presidente Uribe es un colaborador de las Farc. Una salida en falso que se equipara con la actitud del presidente Chávez cuando expulsó a Vivanco de Venezuela al rechazar las verdades del informe de HRW para ese país.
A nivel ético y moral el país y la comunidad internacional están escandalizados por las desapariciones forzosas o "falsos positivos", denunciados desde años atrás, tanto por la oficina de la Alta Comisionada para Derechos Humanos en tiempos del señor Frühling, como más recientemente por la Procuraduría General de la Nación. Estas denuncias fueron negadas, duramente criticadas, y sobre ellas se hizo caso omiso hasta que se volvió imposible tapar el sol con las manos. Grave daño se ha hecho a la credibilidad de la política de seguridad democrática a la vez que se ha abierto un gran manto de duda sobre la responsabilidad que puedan tener en estos hechos otros altos mandos militares, diferentes a los ya destituidos. La salida del general Montoya así lo demuestra. Y qué decir de los dirigentes políticos: no deja de sorprender la desfachatez con que algunos de ellos, con altas responsabilidades políticas manejan aquellos temas en los que se les demuestran vínculos con personas non sanctas. Un buen ejemplo es el caso del presidente del Senado, quien al recibir un préstamo del principal desfalcador del tesoro nacional ha buscado lavarse las manos diciendo que cuando ocurrieron los hechos, su conocido prestamista no estaba investigado por la justicia. Este escándalo ha sido tapado por el de los falsos positivos y éste será tapado seguramente por otro escándalo de mayor envergadura. Así se diluye una y otra vez la responsabilidad política de nuestros dirigentes.
Una buena noticia para la democracia colombiana es que con el contundente triunfo de Obama y del partido demócrata en las elecciones norteamericanas, seguramente el gobierno nacional va a tener que redefinir muchas de sus políticas, particularmente en materia internacional, derechos humanos, justicia y laboral. Los tiempos de la tolerancia del gobierno Bush pueden ser cosa del pasado. ¿O estaré equivocado?
*Ex ministro de Medio Ambiente
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