Hoy, enfrentamos la realidad opuesta: un país dividido emocionalmente por el pobre liderazgo de los dos candidatos a la Presidencia. Es deber de esta generación de colombianos, que la historia juzgará, ponernos la camiseta tricolor con cabeza fría, elegir con convicción intelectual dónde marcar esa "X", entendiendo las implicaciones y consecuencias de largo plazo detrás de ese acto de libertad para el futuro de la nación y las generaciones venideras, que ya miramos a los ojos y nos evaluarán con orgullo o desencanto.
Los candidatos y sus campañas dejaron notorias decepciones: pusieron las propuestas en segundo plano, lideraron desde lo negativo, irrespetaron y arriesgaron la institucionalidad y la democracia, involucraron irresponsablemente a las Fuerzas Militares y a la Policía en su contienda, amenazaron con control a la libertad de expresión y al derecho a la información, hicieron alianzas incoherentes filosóficamente, prometieron imposibles, utilizaron la confusión y la mentira en sus discursos, mostraron inmadurez y desconocimiento en el manejo de las redes sociales, no guiaron a sus seguidores a las ideas y el respeto.
En fin, en un país con una clara crisis de los partidos políticos y una abstención dramática, ninguno de los competidores por la Presidencia asumió su contienda con la dignidad que el cargo al que aspiran impone. Eso no solo fue tonto, pues los dos perdieron la oportunidad de diferenciarse desde lo positivo. Es vergonzoso. Esa es la historia de esta contienda.
La jornada de hoy significa, entonces, un gran reto y un chance para ambos de recuperar su honra y mostrarle al país, desde los hechos, su vocación, su compromiso y su profesionalismo. Podemos afirmar que estas son unas elecciones reñidas, con base en los resultados de la primera vuelta y de las últimas encuestas, pero no por esta coyuntura el país deja de merecer hoy unas votaciones dignas y pacíficas. Ambos líderes son responsables del éxito de esta jornada histórica. Quien gane debe saber que ha sido elegido por un apoyo minoritario, si se considera la abstención. Debe escuchar y reconciliar al país, unirlo desde la solución a los problemas fundamentales de nuestra sociedad y a las oportunidades excepcionales que se abren. Quien pierda debe mostrar su nobleza y ejercer su oposición con criterio y no desde un egoísmo obtuso y revanchista.
Para fortuna, tenemos una primera vuelta que las autoridades clasificaron como la más pacífica en la historia; una reducción de riesgo de fraude en Antioquia, según Transparencia por Colombia, y un Registrador que se compromete a dar los resultados en una hora.
El Colombiano se siente satisfecho con las herramientas de análisis que le ha entregado a su audiencia y reitera su invitación a votar desde la conciencia y la libertad, con coherencia filosófica y alma colombiana. Este país merece un gran futuro.
EL VOTO EN BLANCO ES UNA OPCIÓN EN CONTRA DE LOS DOS CANDIDATOS
Por JORGE ROBLEDO
Senador del Polo Democrático
La decisión de optar por el voto en blanco en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales no está vinculada a que tenga efectos jurídicos sino a sus efectos políticos. Se trata de una opción para quienes pensamos que tanto el presidente candidato Juan Manuel Santos como Óscar Iván Zuluaga, representan intereses contrarios al progreso de Colombia.
Hemos dicho en repetidas ocasiones que se trata de dos opciones que no son tal, y que parecen una misma, no porque no tengan diferencias sino porque representan unos intereses iguales, que son contrarios a los que se debe fijar el país.
Y sin duda, una votación en blanco, que sea considerable, sacudiría políticamente el Estado, y empezaría a abrir el paso a un camino sin el cual Colombia no podría solucionar sus muchos problemas.
Lo que se intenta es que los colombianos dejemos de elegir entre las falsas alternativas que se nos presentan. Digo falsas, porque son iguales, sin importar si gana Zuluaga o Santos, serán los mismos, ganarán los TLC, el consenso de Washington, la concentración de la riqueza, la desnacionalización de la economía, perderán los pobres, los trabajadores, los empresarios comunes y corrientes, perderá la salud, la educación y el empleo.
