TARZÁN O CHITA. Hay un tema recurrente en los programas de ciencia, películas e historietas de cavernícolas. Se trata de la teoría de la evolución. ¿Procedemos o no del chango? Chesterton, en El hombre eterno , desarrolla un concienzudo estudio de las primeras huellas que nos dejó el hombre de Cro-Magnon en la era Paleolítica, hace aproximadamente unos 17.000 años. De lo que conocemos con certeza por el arte rupestre, nos encontramos con un hombre que es artista, creativo e ingenioso, tan inteligente como el hombre del siglo XX que fue capaz de mandar un cohete a la Luna. Además evidencia un sofisma que los evolucionistas suelen utilizar para dejarnos callados y boquiabiertos: el de añadir millones de años a cada proceso evolutivo, como si el tiempo y el azar fueran los ingredientes para lograr que Chita llegue a ser Tarzán. Es mejor la teoría del alpinista que cree llegar por primera vez a la cumbre de un pico inaccesible y allí arriba se encuentra un reloj suizo. ¿Piensa en evolución? Que Dios haya querido disponer de materia preexistente para el cuerpo del hombre, puede ser, pero ¡qué complicado! ¿No es más sencillo aceptar la teoría creacionista y dejarnos de andar buscando el eslabón perdido?
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