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Evo, mire a Haití y Zimbabwe

16 de septiembre de 2008
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La presentación en sociedad de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) dejó un toque de optimismo para América Latina. Hubo un respaldo unánime al gobierno legítimamente elegido de Bolivia y a su presidente, democráticamente nombrado, Evo Morales Ayma. Era la primera prueba de fuego para la recientemente constituida liga de países.

Pero como en todas las cumbres de presidentes, la de Santiago de Chile no ahondó en el problema boliviano y se constituyó, como siempre sucede, en un simple saludo a la bandera. Estaban todos para la foto: Evo, Correa y Lugo, sin corbata; Cristina Fernández de Kirchner y Michelle Bachelet, engalanadas, guardando la mejor de todas sus posturas diplomáticas. Y nuevamente un Lula Da Silva que se robó el show con su carisma arrollador.

La cumbre fue todo un éxito desde el punto de vista de que "por primera vez en la historia, los países suramericanos logran una posición común, clara y contundente en defensa de la democracia, respecto a un conflicto regional". Según los periodistas asistentes, esta reunión de Unasur "es un hito porque ha puesto de acuerdo a gobiernos enfrentados como los de Venezuela y Colombia, o este último con Ecuador; y ha mostrado a una Suramérica con capacidad de iniciativa sin la tutela de países desarrollados".

Hubo un instante en la cumbre presidencial en el que los países más afines al eje de Chávez pretendieron minarla con duras palabras "contra el imperialismo yankee". Parecía un deja vú de la América Latina de la Guerra Fría, pero apareció el discurso de Lula quien increpó a Evo, le habló claro y le dijo: "que si optaba por el diálogo con sus rivales contara con el apoyo de Brasil y la Unasur, y que si se inclinaba por la confrontación que se olvidara de cualquier respaldo".

Ese episodio fue el más afortunado en Santiago. Entre tanto, en Colombia algunos analistas del acontecer nacional la emprendían contra el presidente Uribe por haber asistido a la cumbre, en lugar de desarrollar la agenda prevista en Estados Unidos. Por fortuna, el Gobierno asistió a Chile representado por el Jefe del Estado y el Canciller, mostrando un nuevo enfoque de lo que deben ser las relaciones con el vecindario.

Más allá de la reunión de Unasur y de sus ecos diplomáticos, está el problema en sí de Bolivia, y vemos con mucha claridad que si Evo y sus aliados insisten en la lucha indigenista retadora y arcaica con sus hermanos, no sólo los vaticinios del presidente Lula se harán realidad, sino que el país ideado por el mismo Simón Bolívar dejará de ser viable. Será un nuevo Estado fallido.

Bolivia no puede ser el Haití o el Zimbabwe suramericano. La confrontación étnica no llega a nada bueno y no habrá mandatario que les sirva para salir de este atolladero histórico en el que se encuentran.

Apresar opositores, haciendo uso del poder, puede generar más confrontación, pues a la postre siempre debe haber un interlocutor válido para salir de la crisis. Evo debe oír, mirar y actuar con mucho tacto y con suficiente malicia indígena, si no pasará a la historia como el sepulturero del Alto Perú.

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