Sí es significativo el primer lugar del candidato uribista del Centro Democrático, Óscar Iván Zuluaga (3.759.912 votos, el 29,25 % de la votación total), frente al presidente-candidato Juan Manuel Santos, de la coalición de la Unidad Nacional (3.301.427; 25,68 %).
La caída del apoyo electoral a Santos es dramática: de más de 6.800.000 votos en la primera vuelta de 2010, se desploma hasta obtener apenas la mitad de la votación. Hace cuatro años se presentó como el heredero de la Seguridad Democrática, y esta vez con un discurso en las antípodas, como adalid de la paz.
En Antioquia tal circunstancia seguramente llevó a esa reversión tan pronunciada al apoyo a Santos, y en Medellín fue aún más notorio el voto castigo.
Óscar Iván Zuluaga se presentó ayer como triunfador. Hablar de ganador o perdedor es relativo aunque, sin duda alguna, Zuluaga puede estar satisfecho, pues los acontecimientos de los últimos días hacían presagiar un golpe mortal a sus posibilidades de triunfo. ¿No lo afectó el bochornoso escándalo del hacker y sus imprecisiones sobre el particular?, ¿o, por el contrario, generó más apoyos al verlo como víctima de un montaje, según han sostenido sus abogados defensores, por momentos constituidos en verdaderos jefes de campaña?
El uribismo (y, concretamente el expresidente Álvaro Uribe ) supera en votos, por cuarta vez consecutiva en elecciones presidenciales, a los demás sectores políticos.
El presidente-candidato Santos abogó ayer por una campaña de propuestas y con altura. Felicitó a todos sus contrincantes y resumió su mensaje en un temerario eslogan: sólo conmigo habrá paz, la otra opción es la guerra.
Zuluaga también optó en su discurso por ratificar lo que ha sostenido desde el principio: que él es la garantía para que no haya una paz con impunidad y para atajar la posibilidad de que la guerrilla dirija este país. Un lema que debería someter a razonada crítica.
Ambos candidatos apelaron al discurso del miedo. Y eso anuncia una campaña preocupante, con riesgos de macartismo de lado y lado. Si llevan sus mensajes al reduccionismo de paz o guerra no solo harán saltar lo poco que se ha logrado hasta ahora en La Habana, si no que pondrán al electorado en condiciones de presión indignas de una democracia madura.
Queremos reconocer el valor y la altura de la campaña de Marta Lucía Ramírez. No recibió la lealtad ni el compromiso de los grandes electores de su partido, ocupados en medrar en la campaña reeleccionista. Lo que alcanzó como candidata del deshecho Partido Conservador lo logró con sus propios méritos.
Clara López se posiciona para volver a la alcaldía de Bogotá el año entrante, seguramente, y Enrique Peñalosa vuelve a sorprender por el contraste entre su probada capacidad de gestor y sus malos resultados electorales.
Que las elecciones hayan transcurrido con tranquilidad y que la Registraduría haya cumplido en tiempo récord el suministro de datos son hechos para aplaudir.
El voto por la paz se partió en cuatro y en contra de la paz se concentró en uno
Por. Roy Barreras
Senador de la Partido de la U.
Muchos votantes, hastiados de la confrontación entre las dos principales campañas electorales migraron hacia otras opciones alternativas, pero estoy seguro que para la segunda vuelta regresarán, sobre todo aquellos que mayoritariamente votaron en favor de la paz. Para nadie es un secreto que el grueso de la votación de Clara López y de Enrique Peñalosa, e incluso de Marta Lucía Ramírez, son votos en favor de la paz y eso significará un cambio muy grande para la segunda vuelta. Espero que lo propio ocurra con los abstencionistas.
El discurso a favor de la paz se dispersó en cuatro opciones, en tanto que el discurso contra la paz se concentró en un solo candidato, el doctor Zuluaga. Ese voto en favor de la paz va a volver a concentrarse en la segunda vuelta en el único candidato que la promueve que es Juan Manuel Santos.
Reconozco que este resultado de la primera vuelta es un baldado de agua fría para quienes queríamos ganar en la primera vuelta, pero los baldes de agua fría sirven para despertarse y abrir los ojos y ver que la amenaza de la guerra es real.
La propuesta de romper los diálogos a los ocho días y patear la mesa es real y todos aquellos que queremos la paz vamos a duplicar esfuerzos para el 15 de junio.