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Cochise hizo hasta milagros

En su recuperación, el campeón mundial cuentas historias inéditas, mientras recibe el cariño de la gente.

29 de marzo de 2014
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En la casa de Cochise Rodríguez ya no está colgado el Corazón de Jesús más feo del mundo.

Quizás en este tiempo de historias inmemoriales, Gonzalo Arango, el gestor del reportaje "Cochise a vuelo de tequila", quedaría con algo de emoción en su estómago nadaísta con una foto que hay en la mesita de noche de Martín Emilio, quien se recupera del accidente que sufrió hace 18 días cuando fue atropellado por una moto.

El retablo, con un Cochise de 14 años de edad como ganador de un chequeo de la Liga de Ciclismo de Antioquia, en Las Palmas, se convirtió para el excampeón mundial de la persecución y recordista de la hora, en un colorido pasaporte a la nostalgia.

A pesar del cúmulo de recuerdos que se agolpan en su mente, la gratitud es una norma que invade al campeón de campeones que está a próximo a cumplir los 72 años de edad, en una combinación de dos fechas que confunden, porque por aquellos azares del destino, una, la del 7 de abril es la consignada en su fe de bautismo, y la del 14 la del registro notarial. Doble cumpleaños y así lo disfruta.

Sentado en un sillón en su casa de dos plantas del barrio Alameda, Cochise mira la Vuelta a Cataluña, lee periódico o habla por teléfono, mientras piensa, lleno de fe, que la recuperación será total, para hacer de nuevo lo que más le gusta y llena de vida: montar en bicicleta. La nostalgia de la convalecencia trata de invadirlo con el recuerdo de Gonzalo Arango, que lo lleva directamente a su mamá Gertrudis, la dueña del Sagrado Corazón de Jesús, quien se fue para Miami junto con la imagen. Lo único que queda allí, en la casa de los Rodríguez Correa, es un retrato gigante de la mamá, en la entrada al vestier de la alcoba principal.

Martín Emilio, al que la gente ya no conoce así, porque el Cochise fue inscrito oficialmente en la cédula, "por política", dice, habla de la familia. Del amor por María Cristina y Marcela "mis mejores compañeras y enfermeras"; de sus hijos Juan Esteban y Daniel, quienes se lo echaron al hombro para poderlo llevar a la planta baja y de allí a la primera revisión con el médico Julio César García quien lo intervino de la cuádruple fractura del acetábulo de la cadera izquierda.

Y como una estrategia para sacarlo de los atiborrados pensamientos hay que arrebatarle la palabra para preguntarle sobre simpáticos episodios de su vida que narra con gracia y emoción.

Cuenta historias inéditas como aquella de una Clásica de Boyacá, cuando dos periodistas le narraron que una humilde campesina les había dado aguapanela al pie de un fogón de leña, en el que encontraron refugio, abrigo y una foto de Cochise pegada en la pared "porque San Cochise nos ha hecho muchos milagros en la vereda".

Y ríe, a carcajadas, cuando también echa reversa en la máquina del tiempo para disfrutar con la pilatuna en la que estuvo de por medio el reportero gráfico Jaime Guerrero, Jaiguer, a quien le quitó un bisoñé (peluca) tras ganar la medalla de oro en la final de la persecución de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Panamá-1970, ante el mexicano Radamés Treviño, su amigo quien después murió atropellado por un carro.

"Salí por la pista con el bisoñé en una mano y con la otra agarrando la bicicleta de pista que tiene piñón fijo. La gente gozó mucho, pero Jaiguer me quería matar...".

Las llamadas al celular, cuenta su señora María Cristina han sido más de 400 preguntando por la salud del cuatro veces campeón de la Vuelta a Colombia. Las visitas han sido incluso hasta de extranjeros como la de un señor ecuatoriano que se levantó la dirección con un taxista. Hasta que dio con él.

"Yo lo vi correr a usted en los Juegos Bolivarianos realizados en Guayaquil en 1965 y siempre lo he admirado como uno de mis ídolos", le contó a Martín Emilio, quien hoy vive de una pensión que le dio el Estado por ser campeón mundial y del trabajo como representante de los Juegos Supérate-Intercolegiados.

Cochise trata de hablar lo menos del accidente en el que creyó que se iba a matar, por el golpe que se dio en el costado izquierdo de su cuerpo. Ese día pensó en el lejano 1990, cuando en otra caída quedó inconsciente por cuanto el totazo fue en la cabeza y no llevaba casco protector. Ese sí lo noqueó.

Martín Emilio pareciera tener las siete vidas del gato. Pero lo que guarda a buen recaudo, como valioso tesoro, es el fervor de la gente, una fe profunda, el amor de la familia; de decenas de amigos, entre ellos Chucho Piedrahíta y Ñato Suárez. Y eso que en su casa ya no está el Sagrado Corazón de Jesús más feo del mundo

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