Como está estructurado el Congreso de la República y conformado por integrantes de partidos, infiltrados por delincuentes de cuello blanco y testaferros de los paramilitares, es imposible legislar adecuadamente, especialmente en lo referente a reformas políticas. Solución: renovación total de las colectividades y Asamblea Constituyente.
Desde el inicio de nuestra vida republicana, dos partidos: el Conservador y el Liberal han dominado el sistema político. Los otros, incluyendo disidencias y movimientos, con honrosas excepciones, se han creado en forma transitoria debido a ambiciones personalistas, conservación de privilegios y resentimientos.
Todos los gobiernos han ejecutado obras y transformaciones positivas, pero prevalece lo que se ha dejado de hacer por culpa de los intereses y obstáculos partidistas.
El fracaso del bipartidismo tradicional es evidente: desde los albores del siglo pasado se ha vivido en permanente violencia, no se ha conocido la paz, la inequidad social es notoria, la educación, la salud y los servicios básicos son precarios, los intentos de reforma agraria, circunscrita a repartición y titulación de baldíos y la urbana han fallado y la administración de la justicia no es paradigma.
Los gobiernos: nacional, departamentales y municipales han sido cautivos de las maquinarias políticas, caciques regionales, y poderes económicos que han impuesto sus intereses y posiciones egoístas a ministros, gobernadores, alcaldes, funcionarios y al Congreso, asambleas y concejos que en manos de los mismos gamonales, camarillas, familiares y adláteres, muchos de ellos inamovibles, entorpecen el funcionamiento del Estado.
Los dos partidos tradicionales borraron sus fronteras ideológicas y hoy es imposible identificarlos; la mayoría de sus disminuidos adeptos son fieles por tradición familiar, regional y burocrática; el resto de ciudadanos es independiente y generalmente pasivo electoralmente.
Es hora de que líderes íntegros de dichas colectividades, académicos, politólogos, universidades, medios de comunicación, gremios y sociedad civil promuevan debates y foros que permitan a esos partidos un realinderamiento ideológico y programático y una vez definidos se divulguen profusamente: de lo contrario desaparecerán en un futuro inmediato.
Con diversos partidos bien definidos y estructurados se puede rehacer el Estado, transformar todas sus instituciones y lograr un país equitativo, igualitario y con profundo sentido social.
