El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, a la vez que enfrenta un drama personal al padecer un cáncer cuyas consecuencias aún no se determinan, debe estar pletórico al encontrar a su país íntegramente pendiente de él.
Y no sólo Venezuela. El continente fija su atención en él, así como medios de comunicación de buena parte del mundo. Para una personalidad en esencia egocéntrica y megalómana, tal fervor entre sus partidarios, y la evidencia de que la república bolivariana gira en torno al teniente coronel, le inyectará tal vitalidad que no es raro que lo veamos resurgir con más fuerza que nunca, no sólo políticamente.
Su teatral regreso al país, tras una estudiada puesta en escena con la cual se soñarían todos los caudillos que en el mundo quedan, le reportará grandes réditos en popularidad. Ante la falta clamorosa de un líder alternativo, Chávez, hoy convaleciente, toca más que en ningún otro momento el corazón de esa clase bolivariana a la cual dirige todo su arsenal retórico y populista.
Fidel Castro, ahora también consejero médico, dijo el lunes que Chávez regresa "para una gran victoria". La misma que anuncian desde hace más de diez años los bolivarianos, y cuyos resultados son la debacle institucional de Venezuela y la anulación total de un sistema político pluralista. Castro lleva más de medio siglo proclamando su propia victoria. Confiamos en que Venezuela no la sufra en la misma medida.
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