Por tanto, una reforma agropecuaria tiene que procurar mejoras en la productividad agrícola, por los impactos positivos sobre el bienestar de la gente del campo y la seguridad alimentaria del país. Y así lo planteamos en este tercer editorial de la serie sobre grandes reformas que, como políticas de Estado, debería abordar el próximo gobierno.
De cara al futuro, la FAO, el Banco Mundial y el IFPRI llaman la atención acerca de la importancia que tienen las mejoras en la productividad, ya que esta constituirá, durante las próximas décadas, la principal fuente de crecimiento de la producción de alimentos necesaria para satisfacer la demanda mundial esperada.
En Colombia, el sector agrícola, al igual que el resto de la economía, presenta bajos niveles de productividad. Esto, entre otras cosas, se convierte en un freno para el desarrollo, al tiempo que afecta la competitividad.
En pocos productos agrícolas se tienen niveles de productividad similares a los que ostentan los líderes mundiales. Este resultado se debe, en buena parte, a los bajos niveles de inversión pública en las actividades de investigación, tecnología e innovación agrícola.
Ello ha conducido a un ostensible déficit de capacidades para la investigación y, especialmente, de recurso humano de alto nivel (doctorados) en razón a que sin investigadores no es posible generar nuevo conocimiento, es necesario aumentar, de manera significativa, los recursos públicos destinados a dichas actividades.
Dado el carácter heterogéneo de las regiones agrícolas de Colombia y su condición de país tropical, dichos recursos deben dirigirse tanto para fortalecer a Corpoica como para ampliar las capacidades regionales de investigación, transferencia de tecnología, innovación y asistencia técnica.
Con ello se asegura que los productores agropecuarios, sin distingo de tamaño, puedan acceder y aplicar los avances científicos y tecnológicos.
Las mejoras en la productividad agrícola también se consiguen a través de mayores inversiones en bienes públicos.
Los principales bienes públicos en la agricultura son: el riego y el drenaje; la educación y capacitación; las vías secundarias y terciarias; la provisión de servicios financieros, y la generación y difusión de información para la toma de decisiones.
Según la FAO, los datos obtenidos de numerosos países a lo largo de cinco décadas muestran que las inversiones públicas en investigación agrícola, educación e infraestructura rural tienen una rentabilidad social mucho mayor que otros gastos, como los subsidios.
En este orden de ideas, el país debe hacer un gran esfuerzo para no sólo aumentar el monto del gasto agrícola y rural de tal forma que este corresponda a la participación de la agricultura en el PIB total, sino para que el mismo se destine, preferencialmente, a la provisión de bienes públicos agrícolas y rurales.
De otra parte, si se consigue que el uso del suelo agrícola responda a su vocación natural -lo que hoy no ocurre-, la productividad de la tierra aumentaría de manera importante. Igual cosa se obtiene si la política comercial, antes que proteger a unos pocos productos, facilita el surgimiento de nuevas alternativas en las que el país tiene ventajas comparativas.
Frente al ineludible reto de una mayor productividad agrícola, el país tiene que poner en práctica una eficaz y activa agenda de política pública.
EL CRECIMIENTO NO ES SIEMPRE MEJOR PRODUCTIVIDAD; ESTA HAY QUE APOYARLA CON MÁS INVERSIÓN
Por JUAN CAMILO RESTREPO
Exministro de Agricultura
Entre las claves para mejorar la productividad agraria está el crecimiento del PIB que viene reflejando buenos indicadores. En 2013, el PIB del sector creció 5,2 por ciento, por encima del promedio de la economía. Esa tendencia hay que mantenerla, porque la productividad sin crecimiento es imposible.
Pero la productividad tampoco se logra por el simple crecimiento y hay que apoyarla. Y recordemos cuál es el concepto de productividad: que con la misma unidad de mano de obra se produzca la mayor cantidad posible de bienes. Para ese efecto es fundamental la ciencia y tecnología aplicada al agro. Se han venido haciendo algunos esfuerzos para incrementar los recursos destinados a investigación a través de regalías y de Corpoica. El capital humano que está trabajando en el campo hay que formarlo de la mejor manera posible, apoyando la renovación generacional. Una de las claves para mejorar la productividad cafetera es la juventud de la mano de obra.
La formación profesional y tecnológica y en general todos los programas de formación superior hay que fortalecerlos en las ciencias del campo.
Y, finalmente, todo lo que es la inversión en bienes públicos: infraestructura, riego y drenaje, vías terciarias y la vivienda rural, pues allí está el mayor déficit del país. El año pasado se hicieron 100 mil viviendas de interés social en el campo, cifra récord. La tendencia en inversión tiene que ser la plasmada en el proyecto de Ley de Desarrollo Rural que preparó el Ministerio de Agricultura hace un año: menos subsidios, más dotación de bienes públicos.