Cada vez más admirado y revisto Peter Paul: usted fue un gran pintor vitalista (gloria del barroco); alguien que se dedicó a pintar la vida por su abundancia. Porque la vida, así la queramos convertir en un laberinto vacío, flaco y frío, es abundante. Y sólo en la abundancia (lo que implica variedad, diversidad, coherencias e incoherencias, encuentros y desencuentros) podemos sentirnos vivos. Ya se sabe que los que querían huir del mundo (los anacoretas) buscaban los lugares más hinóspitos y cerriles, los más dolorosos y grises, para hacerse la pregunta de qué hacían ahí vivos. Y que uno de los peores castigos es aislar a alguno de la vida, como sucede con quienes están presos o en cuarentena. La vida es amplitud, color, días siempre nuevos, como decía Rabinandras Tagores. Sin embargo, el siglo XXI (que quizá tiene hamsa, mal de ojo) propone una vida que niega lo abundante.
Hoy la gente debe ser flaca para posar de clon, poseer un pensamiento seco (de manual de prácticas motrices), la experiencia se propone virtual y el deseo de tutto e súbito , todo ya, destruye la lentitud del goce. O sea que hay abundancia, Peter Paul, pero abundancia de lo mismo y no de lo diverso, lo que resulta fatal, pues un desierto es abundante en arena y piedras y esto lo hace horroroso. Para su época, querido amigo (el barroco), se hicieron muchas propuestas de vida: mujeres gordas y de actividad múltiple, escritores que tocaron la abundancia de la conducta humana (lo normal y lo absurdo, lo encontrado y lo divergente), como Cervantes y Shakespeare. Las fachadas de las casas mostraban las posibilidades de lo geométrico y, debido a la aceptación de lo abundante, nace la razón.
La razón no es una tarea de pájaro carpintero que siempre hace el mismo trabajo sin hacerse ningún cuestionamiento distinto al ritmo y golpe que le provee su pico sobre la madera. El barroco enseñó (Descartes, Spinoza, Leibniz) que la razón es el sistema de pensamiento que permite crear sistemas, es decir, reunir datos diversos y con ellos configurar un corpus de pensamiento donde lo más importante es la tolerancia, ya que solo en la diferencia se aprende. No hay realidad sin confrontación. Pero, amigo Peter Paul Rubens, hemos perdido la razón, no porque hayamos enloquecido sino porque la usamos en vía contraria a lo que ésta representa. La razón es la aceptación de lo abundante y de las distintas realidades: es el reconocimiento de la alteridad y no la producción en serie de un mismo acontecimiento, lo que antes que una amplitud se convierte en un encierro.
Peter Paul (o Pedro Pablo) Rubens, nació en Siegen el 28 de junio de 1577. Murió en Amberes el 30 de mayo de 1640. Sus temas pictóricos se reflejaron en lo abundante: mujeres gordas, cabelleras amplias, naturalezas muertas diversas, colores brillantes. Fue pintor y grabador. Y comía para estar vivo, no para parecer vivo.
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