Anne Boyer le diagnosticaron cáncer de mama una semana después de cumplir 41 años. Era un triple negativo de pronóstico grave. “En 2014, el año en que recibí mi diagnóstico —escribe Anne en su libro Desmorir—, se estima que había 3.327.552 personas con cáncer de mama en los Estados Unidos. En 2019, el año en que estoy terminando este libro, se estima que se les diagnosticará un cáncer de mama a 271.270 personas y que 42.260 morirán por su causa”. Anne sobrevivió, aunque no le gusta esa palabra, y luego escribió sobre el dolor y la tristeza y lo que descubrió y la enojó tanto.
—Es difícil llamarse sobreviviente de cáncer en un mundo en el que las personas que mueren de cáncer de alguna manera han perdido la batalla, y es como si la gente que sobrevive es superganadora, fuerte. Estoy feliz de estar viva y reconozco lo que es estarlo, pero tampoco quiero dejar atrás a los muertos ni calumniarlos, porque todos estaremos muertos alguna vez. Es una experiencia complicada y no es solo por el cáncer. Lo es para los sobrevivientes de cualquier cosa.
—Este libro es sobre cosas de las que tenemos miedo: la muerte, la fragilidad, estar enfermos.
—Sí, son experiencias que todos compartimos: la enfermedad, la debilidad, el dolor, y cómo enfrentarse a ellas. La manera en la que la sociedad está organizada es como si quisiera que las luces estuvieran prendidas siempre en la felicidad y otras formas de felicidad superficial, y las bajamos para el dolor o la muerte o la enfermedad, y esto nos priva de la riqueza de la existencia, de la conexión con otros, que ocurre cuando reconocemos la vulnerabilidad, el sufrimiento, que son parte de la condición humana.
—Ha dicho que fue un libro difícil de escribir, ¿quizá por tener que volver a esos momentos difíciles?
—Hay siempre un riesgo cuando escribes sobre experiencias traumáticas de prolongar lo malo, tu propio trauma, por estar constantemente volviendo a ello, y después de un tratamiento de cáncer, lo que menos quieres es pensar en cáncer. Quieres hacer todas las cosas que nunca hiciste antes o las que no pudiste hacer mientras el cáncer y que te prometiste harías, así que escribir era como mantener el cáncer en mi memoria. Fue muy difícil, pero valió la pena.
—Además es un acto de agradecimiento y de venganza al mismo tiempo...
—Estaba enojada, aún estoy enojada. No creo que seamos conscientes de que vamos a estar enfermos o a sufrir, pero hay mucho sufrimiento extra absurdo, y es por el lucro en el que funcionan las sociedades ahora. Estoy enojada por eso y por la gente a la que culpan de su enfermedad y muerte. Enojada de las condiciones de la gente rica que está enferma y de la degradación y la infantilización de los lenguajes alrededor de la enfermedad. Es absurdo que haya ganancia alrededor de la vida. Quiero que las cosas mejoren. No me gustó pasar por ello y no quiero que más personas pasen por lo que pasé, y el libro es la esperanza de poder hacer que tiemblen las cosas un poco en lo que creo es una organización de la vida totalmente absurda en torno al lucro.
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Para Anne el libro es sobre su experiencia con el cáncer, y también descubrirse enferma en un mundo capitalista donde se reciben tratamientos según el dinero que se tenga. La otra parte del título es una reflexión sobre la enfermedad en un mundo capitalista. Hubo momentos en los que estuvo muy enferma, recién salida de quimioterapia, y tuvo que trabajar. No tenía cómo, pero allá estaba frente a sus estudiantes, enseñándoles alguna lección mientras algo se terminaba de morir adentro.
—En los Estados Unidos no tenemos días de incapacidad. Es decir, si tienes suerte, puede que tu trabajo lo tenga, pero no es un mandato del gobierno. Puedes sacar tiempo sin que te lo paguen, pero si no tienes dinero ahorrado, ¿cómo pagas la renta? Yo no estaba en las peores condiciones de una persona en los Estados Unidos, yo era alguien de clase media como lo es una profesora, y aun así sentí que la enfermedad dependía del dinero día a día. Imagina entonces la gente que está en los márgenes económicos absolutos, qué tan devastante es ser diagnosticado con cáncer. Para la gente en bancarrota eso es una catástrofe, hay muchos divorcios por la presión económica de la enfermedad. La manera en la que la enfermedad se organiza alrededor del lucro en los Estados Unidos no le sirve a nadie, y son muy pocos los que se benefician de esa ganancia.
—Ahí fue que decidió que Desmorir no era solo sobre el cáncer, sino también sobre el capitalismo
—Tenía que hacerlo. Claramente no soy una economista ni una politóloga, soy una poeta, entonces estoy limitada por mi propia comprensión de cómo funcionan las cosas. Realmente sentí esa limitación en que había misterios que no podía resolver sobre el cáncer y el dinero, pero tenía que tratar de usar mi propia experiencia como una forma de cuestionar cómo están organizadas las cosas.
