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En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • Violenn y los legionarios del rap de Medellín
  • Violenn y los legionarios del rap de Medellín
El estudio del artista | PUBLICADO EL 18 marzo 2025

Violenn y los legionarios del rap de Medellín

El rap local pasa por un momento como de renacimiento. Muchos artistas que empezaron en la música hace años, cuando no era tan buen negocio, están volviendo, Violenn hace parte de esa generación.

Violenn empezó a hacer rap hace muchos años, antes de internet y las plataformas. Cuando el rap apenas empezaba a tomar la forma de la ciudad, de su idiosincracia y sus problemas. Aprendió al lado de Rulaz Plazco, quizás la figura más emblemática del rap local; Violenn hizo parte de su sello, Alcahuetaz Recoraz: luego se unió a la Tribu Omerta, una de las agrupaciones más recordadas de la escena local, y que hoy está a la cabeza de Omerta Records, un pequeño sello que quiere traer de vuelta a los artistas que empezaron a darle forma al rap local. De eso hablamos con él en GENERACIÓN.

¿Cómo se encontró con el rap?

“Yo vivía en el centro y un día iba caminando por Junín y pillé a unos manes bailando break con una grabadora ahí en el piso y eso me impactó tanto que me quedé mirando hasta que pude hablar con uno de ellos, que terminó siendo el Mocho, de Laberinto, pero en esa época hacía parte de Alianza Hip Hop. Él me invitó a que siguiera yendo y aprendiera a bailar; ellos se reunían los domingos en la Cámara de Comercio de la Oriental, y ahí también bailaba Rulaz Plazco, con un grupo que se llamaba Manrique Breakers, ahí lo conocí y tiempo después, cuando lo vi rapear, dije: ‘Ay gonorrea, lo que yo quiero es rapear’”.

¿Cuántos años tenía?

“Como 10 o 11 años.

Rulaz es el gran referente del rap de Medellín...

“Sí, él es la escuela. Él tenía un programa en una emisora que se llamaba Vida Estéreo, y ahí empecé a escuchar grupos de aquí, y con eso me animé, formé mi propio grupo con amigos del colegio, nos llamábamos Rage y cantábamos en los actos cívicos”.

¿De qué cantaban?

“Canciones sociales, hablábamos de la violencia, del barrio, eso es el rap, por eso el beat es tan repetitivo, porque ahí es donde el rapero debe hacer sonar eso chimba, diciendo cosas chimbas, con buenos skills, barras, ponches. Qué vos digas como ay gonorrea, esto no lo piensa sino él. Eso es rap para mí. Nosotros aprendimos a hacer fue eso, himnos, música con alma”.

¿Qué más pasó con Rulaz Plazco?

“Él hizo una integración del programa que tenía en la emisora, se llamó La legión de la región, por la estación Prado, y ese día se llenó y empezamos a parchar cada 8 días. Al final terminamos siendo 10 – 12 personas, y yo me hice muy amigo de Plazco, y nos pusimos a hacer rap, con Alcahueatz Recoraz, por ahí pasó todo el mundo, Tribú Omerta, Chuntzu Santa Ana, La Zorra...”.

En Alcahuetaz Recoraz, Rulaz hizo algunos de los trabajos más significativos del rap de Medellín...

“Sí, Terrorismo Sóniko, Homenaje, Nación Sub, Coplaz Barataz... Y ahí empiezo yo a cantar con Plazco, a ser el segundero, a camellar con él, a aprender y cantar en los temas como invitado. Luego Plazco se va para Bogotá y yo me voy con la Tribú y grabo mi primer álbum Abriendo los ojos (2005)”.

En esa época no había plataformas, ni muchas posibilidades de monetizar el rap, ¿cuáles eran la expectativas que tenían ustedes frente a la música?

“El anhelo era prensar en un CD, tenerlo. Nosotros nos topamos con el rap sin ninguna pretensión, era un estilo de vida. Si nos decían que cantáramos gratis, íbamos y cantábamos gratis. Aún así logramos muchas cosas, que la gente escuchara las canciones, que se las aprendiera, que nos pagara una entrada y comprara los CDs. Eso nos estaba pasando sin internet”.

¿Dónde vendían los CDs?

“En esa época había una tienda que se llamaba Karioka, en el Paseo de La Playa, ahí se podía encargar música del extranjero y se vendía la música de acá, entonces todo rapero que salía llevaba a Karioka sus CDs, se llevaba la publicidad de las fiesta que se hacían, de los eventos... esa tienda era como el muro de Facebook de esa época”.

¿Qué pasó cuando se fragmentó Tribu Omerta?

“Empecé a hacer lo mío como solista, a trabajar mi segudo disco Rap sin mentiras, y a hacer música con Bhuta, Mary Hellen, Pipe Bega, con Tony P...”.

Puros raperos de la vieja guardia...

Exacto. Así nació Omerta Records, con Tony P, que también era de Tribu Omerta. La idea era hacer música e invitar a muchos artistas que no estaban haciendo cosas. Aquí hemos hecho música con el Mago, Mary Hellen, Freeman, Pipe Bega, el Tito, el Mosco, con Tatán, con Alias Ramírez.... Todos tiene canciones acá y eso era lo que yo quería, que fuera el sello de la vieja escuela, de los cuchos”.

¿En qué está trabajando en este momento?

“En este momento estamos trabajando un proyecto junto con Tito y Alias Ramírez, se llama Sobredosis. Omerta es como devolvernos a como lo hacíamos hace 20 o 30 años, pero con la seriedad de ahora. Ya no es la música por el parche, queremos vivir de esto”.

A ustedes les tocó la llegada del reguetón, ¿cómo lo recuerda?

“Eso llegó arrasando, como un tsunami; se lo metían a uno por todas partes: en emisoras, en bares, en colegios, es más, usted se sabe reguetones viejos sin que le guste el reguetón. Eso se volvió como un bazuco”.

La diferencia entre rap y reguetón era muy evidente, ahora a la gente eso no le importa...

“No podemos exigirle a un palo de peras que nos dé mangos. Yo soy así de rapero porque crecí así radical, pero yo no le puedo exigir a mi hijo que sea igual a mí cuando creció escuchando reguetón. Es otra época”.

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