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Es como la mamá al cuidado de la casa. Está pendiente de que la fachada y los zócalos estén bonitos, de bajar hasta lo posible la cuenta de servicios públicos, distribuir las habitaciones para que toda su familia esté bien y unida, cuidar el ajuar y proteger las joyas. Sabe que el barrio es difícil pero no lo evita sino que invita a la familia a que realice acciones para mejorarlo.
La regente de esta vivienda es María del Rosario Escobar. Su hogar tiene una extensión de 21.000 mts2 y cuesta $ 12.000 millones de pesos al año mantener sus puertas abiertas. Es el Museo de Antioquia, un viejo vecino de Medellín de 137 años.
A esta casa la visitan al rededor de 800 personas al día, y eso da más de 300.000 mil asistentes al año.
María del Rosario se propuso desde que llegó abrir las puertas del edificio. No quería esa figura de cubo blanco alejado de la ciudad. Se enorgullece de que ahora caminar por el Museo no es hacerlo como por una muralla de tres fachadas sino un edificio patrimonial de 82 puertas que activó sus cuatro fachadas.
Hace casi cuatro años comenzó como directora del Museo. Cuando entró sintió que algo muy grande se había materializado en su carrera. “Sé que la energía que me puedo proveer es para entregársela al museo”. No sabe quién será dentro de 15 años.
¿Cómo están actualmente la política de adquisiciones?
“Ha pasado por distintas revisiones. Hubo un momento en los que se negoció con algunos artistas, sobre todo jóvenes, para producirles obra y luego esta pasaba a la colección. Como todo en la vida, eso le resulta a un Museo de este tamaño y trayectoria muy complejo. De pronto tenga que tener otras formas”.
¿Y las nuevas adquisiciones?
“Vamos a tener dos incorporaciones importantes a la colección. Todo el corpus de Ethel Gilmour y el de Dora Ramírez. Ambas familias, generosamente, buscaron al Museo para que tengamos la obra.
¿Qué planean en exposiciones para este año?
“Estamos ajustando el guion de la sala colonial para presentarla a la ciudad. Gracias al apoyo de Comfama estamos trabajando para traer el mural de Fernando Botero que está en el BCH (antiguo Comfenalco de la Av. Colombia). Este podría ocupar una sala.
Queremos tener una sala de larga duración que dé cuenta de las búsquedas del arte contemporáneo a través del proyecto 360 y su colección. Seguiremos con Museo 360°, La Esquina, las vitrinas, La Consentida”.
¿Están fortaleciendo el área de educación?
“Somos un museo ambidiestro, por decirlo de algún modo. Si una mano es la curaduría la otra es la educación.
No es posible hoy pensarnos solo desde el relato artístico. Entendemos que la función de una institución contemporánea es ponerse al servicio de esas comunidades y eso solo sucede con un área de educación. También recibe buena parte de la ejecución de los proyectos que parten de la sostenibilidad”.
¿Habrá encuentro de arte MDE19?
“Vamos a hacer uno diferente. Hemos tenido que revisar el financiamiento y la sostenibilidad de ese evento. Por ejemplo, hay que sacarlo del cuatrienio de cada gobierno porque coincidíamos con el cierre de las administraciones y eso terminaba haciéndole eco a la voz municipal.
Vamos a hacer un MDE pequeño en el que invitaremos a expertos para que hagan nueve preguntas alrededor de este encuentro. La idea es plantear un MDE21 para el 2021, cuando cumplamos los 40 años”.
¿Cuál es el perfil que define al Museo de Antioquia?
“Básicamente es un museo en el presente. Yo diría pertinente. Es una institución que tiene historia, ocupa un edificio patrimonial, tiene responsabilidad con el patrimonio de la nación, es un lugar turístico, pero al mismo tiempo está interpelado por la comunidad que lo circunda. Es muy difícil que eso no lo interrogue. El presente nos desborda.
Somos un museo contemporáneo de arte porque nuestro tiempo es el ahora”.
“Cuando trabajaba con Juan Luis Mejía (rector de Eafit) me decía que había que cambiar la estructura de administración cultural, dejar de pensarla en términos de oferta y más bien en la demanda. En lugar de estar pendiente de qué le voy a entregar a las comunidades mejor indagar por qué pregunta les vamos a hacer”.
Muchos se preguntan si son una institución privada o pública...
“Ocupamos un edificio público y tenemos un nombre que nos inscribe en lo público. Pero no estamos en el organigrama de la administración municipal, ni gubernamental, ni ninguno ocupa un cargo público, ni le responde a un ente de control en términos estatales.
Sí somos una entidad con vocación pública. Le respondemos a la sociedad”.
¿No cree que las exposiciones especiales han bajado?
“No, creo que es un proceso. El equipo curatorial considera que necesita unos 18 meses para hacer una investigación y presentar una exposición valiosa. Eso posiblemente ha hecho que hayan espaciado más, lo que está muy bien porque es un ejercicio de rigurosidad”.
¿Qué tanto se venden las salas?
“Están prácticamente desfinanciadas. Sí se hacen pero la consecución de recursos para el financiamiento de la actividad curatorial es más difícil. La preocupación por la condición de la ciudadanía ha hecho que las fundaciones y empresas lleven al campo de la responsabilidad social los temas comunitarios más que el proceso del arte”.
¿En qué va el tema de la fachada del edificio?
“Este año estamos recuperando el zócalo de Calibío, una zona en la que hemos trabajado bastante. Ese zócalo estaba muy deteriorado por la condición mixta de la calle, peatonal y vehicular; sufrió mucho con agentes externos como el ácido úrico y hacía 20 años que no se intervenía.
Nos hace falta recuperar las tres fachadas restantes. Este año lo hicimos con la principal, costó $460 millones. Queda Calibío, Avenida de Greiff y Cundinamarca; aproximadamente se necesitan $1.200 millones. En cultura el único verbo que uno puede conjugar es persistir”.
El edificio se ha inundado, ¿qué están haciendo?
“Con el acompañamiento de las Empresas Públicas de Medellín logramos este año la construcción de un manjol (pozo) sobre la Avenida de Greiff, que nos permitiría hacer cualquier mantenimiento sin tener que ingresar al edificio.
Hay una tubería que pasa debajo del Museo, antes sede de la Alcaldía de Medellín. Cuando la quebrada Santa Elena se desborda le sirve de afluente y tal vez sea esa la causa del problema.
Esperamos tener recursos el próximo año para pagar la construcción de una válvula que nos independiza de la quebrada”.
¿Qué enseñanza les deja lo sucedido en el museo de Río de Janeiro?
“Lo tenemos muy presente. De hecho nuestro riesgo mayor no es el de incendio sino el de inundación. En los proyectos futuros de ampliación sí será necesario pensar dónde poner esas bodegas, que están en el sótano. No estamos en peligro pero podemos mejorar un montón”.
¿Cómo enfrentan el eterno problema de la delincuencia y la indigencia de sus alrededores?
“Lo hemos asumido sobrelo que tenemos gobierno. Pero hay cosas sobre las que no y que definitivamente exceden las capacidades del Museo.
El proyecto 360 es una medida de seguridad porque al tener contenidos y luz sobre las calles más complejas (Calibío, Cundinamarca y la Avenida de Greiff) hace que baje bastante la vulneración”.
¿Qué tienen para corto, mediano y largo plazo?
“A corto plazo está el calendario curatorial: salas de larga duración y la nueva sala de educación Pedrito Botero que ahora estamos imaginando.
A mediano plazo está el MDE, los 140 años y la conmemoración de los 20 años de la Plaza Botero.
A largo plazo está la expansión y el uso que le queremos proponer a la ciudad con el lote del parqueadero”.
¿Cómo está la relación con el maestro Botero?
“Muy bien, su presencia es muy importante. Este es su museo y ese tercer piso su relicario. Ahí hay cosas muy personales de él.
La conversación con el maestro es permanente y fluida. Nosotros hemos incorporado en nuestra agenda temas como su cumpleaños o sus noticias. También es su principal mecenas” .