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Con su enorme barriga de ocho meses de gestación, Johana Flórez no supo qué hacer cuando empezaron las contracciones. Los calambres se atravesaban de la espalda hacia el vientre y la dejaban paralizada. Con apenas 18 años y el miedo que causa parir un niño en medio de la guerra, cayó en cama.
Corría el mes de enero de 2011 y el invierno azotaba la región. Los 68 kilómetros de trocha que separan a Santa Rita de Sinitave de la cabecera municipal de Ituango (Norte de Antioquia) no eran más que un lodazal pegajoso que hacía imposible el tránsito de vehículos. Solo las mulas, hundiendo sus patas con agilidad para no enterrarse enteras, atravesaban el camino.
Así que la vía no era una opción. Además, el frente 36 de las Farc había anunciado un paro armado. El riesgo de asomarse más allá de la pequeña “zona urbana” era arriesgar la vida, la de su hijo y la de quien decidiera ayudarla.
Tres días pasaron y las condiciones no cambiaban. La familia de Johana acudió a la única salvación que tenía a la mano: la recientemente construida subestación de Policía. Enterados de la situación, los patrulleros Jersey Marín y Félix Parra, enfermeros de combate del Escuadrón Móvil de Carabineros, realizaron la valoración de la paciente y dispusieron el lugar para el parto. Para que el pequeño Manuel Alejandro naciera fue necesario un fuerte dispositivo de seguridad, porque los policías podían ser presa fácil de los guerrilleros que merodeaban por ahí.
No fue la única vez que los militares y policías tuvieron que auxiliar a civiles en esas zonas apartadas de Ituango. Ayudaron a personas picadas por serpientes, a heridos en peleas callejeras y a víctimas de balas perdidas o de minas antipersonal. Algunos enfermos no alcanzaron ni siquiera la atención de los agentes del Estado, y murieron en la chiva que se demora seis horas en llegar a la cabecera municipal.
Que sea la Fuerza Pública la encargada de velar por la salud de las comunidades es hablar de un campo de batalla, donde la institucionalidad solo llega con la bota militar y a veces con tiza y tablero.
15 años ajusta el corregimiento de Santa Rita sin médico permanente, a falta de recursos y el conflicto armado han hecho que sus 4.300 habitantes, distribuidos en 25 veredas y una cabecera urbana, sean considerados ciudadanos de segunda. Así lo cree Antonio Bran, presidente de la Junta de Acción Comunal.
El centro de salud solo cuenta con un enfermero que puede prestar servicios de primeros auxilios, y en algunas oportunidades acude el médico por dos o tres días seguidos a atender a la población, de resto están desprotegidos.
Eso cambiará muy pronto. El fin de semana pasado el alcalde Hernán Álvarez y el gerente del Hospital San Juan de Dios (de Ituango), René Jiménez, visitaron a Santa Rita con un anuncio especial. El corregimiento contará con médico y odontólogo permanentes, que además de atender citas programadas, podrán servir en cualquier caso de urgencia en el día o en la noche. “Hemos planeado mayor presencia de médico, de enfermera, de odontólogo, de todos los servicios del hospital en el corregimiento”, dijo Jiménez.
Durante la década y media que el centro de salud no ha prestado todos los servicios la excusa ha sido financiera, pero en realidad es que la confrontación va aislando a las comunidades y dejándolas a su suerte.
Para el alcalde es claro que “el conflicto siempre ha estado presente en estos corregimientos, por eso el compromiso de tener presencia institucional, que la institucionalidad llegue en salud, educación y justicia, por eso nos hemos dado a la tarea de llevar el médico. Es una buena forma de comenzar”.
La inversión para garantizar el médico y el odontólogo permanente en Santa Rita no es muy significativa, hace parte del paquete de 300 millones de pesos que el municipio destina al programa de salud pública en toda su jurisdicción que incluye muchos más servicios e insumos médicos; pero es la transformación de la calidad de vida de los habitantes de ese corregimiento en la base del Paramillo.
“Con el médico permanente sería mucho mejor porque mucha mayoría (SIC) saldrían acá a hacer sus exámenes y no les tocaría viajar hacia Ituango”, concluye Bran