Las balas entristecen la Navidad en el barrio Las Violetas de Medellín
Una división en una banda ilegal ha producido dos homicidios y tiroteos que atemorizan a la comunidad.
Cerca de 60 habitantes del barrio Las Violetas se unieron en una oración por la paz, encendiendo velas, en la noche del pasado lunes. La Policía prestó vigilancia en el evento, realizado en una de las calles afectadas por la confrontación.
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Carlos Velásquez
Una oración en comunidad y el encendido de velas en la vía pública, fueron los símbolos con los que los residentes de Las Violetas clamaron por la paz en el barrio, azotado en las últimas dos semanas por el tronar de las balas en sus callejones.
La causa de la zozobra, que provocó esta congregación en la noche del pasado lunes, es una pugna interna en la banda delincuencial “los Violeteros” o “las Violetas”, que controla el bajo mundo de este popular vecindario de la parte alta de Belén, en el suroccidente de Medellín.
Para comprender la situación actual hay que partir de un antecedente de octubre de 2019, cuando en una hostería del municipio antioqueño de San Jerónimo fue capturado el jefe de la organización, Marlon Cardona Salazar, alias “Marlon”. Un juez le dictó medida de aseguramiento por concierto para delinquir agravado y lo envió a la cárcel de Picaleña, en Ibagué.
En su ausencia, el grupo quedó al mando de dos cabecillas: “Tulio” y “Almadana”, los cuales con el tiempo tuvieron desacuerdos por el manejo de los negocios ilícitos.
“Los Violeteros”, según las investigaciones de la Fiscalía, se dedican al tráfico de narcóticos, el sicariato, las extorsiones, el control social y el monopolio de la venta de algunos productos de la canasta familiar, como huevos y arepas.
Su base de operaciones es Las Violetas, pero de allí extienden su influencia a barrios vecinos como Las Mercedes y Miravalle, y al sector El Hueco de San Pablo, en la frontera con la vereda Aguasfrías.
Sus principales rentas provienen de las plazas de vicio y las extorsiones a los propietarios de ladrilleras y de buses de servicio público.
De acuerdo con información de Inteligencia y fuentes de la zona, las diferencias entre “Tulio” y “Almadana” iniciaron durante la pandemia, por el monopolio de la venta de arepas y huevos. El primero, al parecer, quería imponerles a las tiendas de la zona los productos distribuidos por una microempresa familiar, situación que no compartía el segundo; luego, estas discrepancias se trasladaron a los precios que debían cobrarse en las extorsiones.
En diciembre de este año se agudizaron esos problemas, cuando algunos miembros de la banda cercanos a “Tulio” empezaron a exigir una cuota a los comerciantes para costear las novenas, las parrandas de Navidad y Año Nuevo, y enviarles dinero a los otros integrantes del grupo que están encarcelados.
El cobro, en algunos casos de $100.000, provocó quejas de los residentes e incrementó las discusiones entre los dos cabecillas, porque eso podría atraer la atención de la Policía.
Ajuste de cuentas
La gota que rebosó el vaso fue un incidente ocurrido en la noche del sábado 4 de diciembre, cuando se celebraba una fiesta en la entrada de una casa, a un costado del colegio República de Venezuela.
Un allegado de “Tulio”, borracho, les dijo a los presentes que no tenían autorización para hacer la rumba e hizo varios disparos. Un proyectil hirió en la pierna a un asistente, según testigos.
La presión estalló dentro de “los Violeteros” y comenzaron las retaliaciones entre sus propios miembros. A las 4:45 p.m. del jueves 9 de diciembre acribillaron a “la Chinga”, en la calle 30A con la carrera 89EA. Los vecinos lo encontraron gravemente herido en un baño y trataron de socorrerlo, pero falleció.
Doce horas después, a las 4:00 de la madrugada del 10 de diciembre, en la entrada de una casa de la carrera 89E con la calle 30C mataron a “el Mono”, con un tiro de fusil en el pecho.
El clima de violencia puso en alerta roja a los delincuentes, que a las 8:30 p.m. de ese mismo viernes protagonizaron una balacera junto a una plaza de vicio del sector La Pradera, tal cual quedó registrado en varios videos grabados por la comunidad.
Cuando llegó la Policía a conjurar el peligro, se produjo una persecución por varios callejones, por los que se propagaron los disparos. Un patrullero quedó herido y dos sospechosos fueron detenidos.
Después de eso, los habitantes han denunciado tiroteos en las madrugadas, que se confunden con la quema de pólvora en las laderas del suroccidente de Medellín.
La conflagración generó que varios habitantes comenzaran a encerrarse más temprano, por miedo a ser víctimas de una bala perdida, y opacó el clima festivo propio de diciembre.
“En el barrio estamos haciendo un concurso de pesebres por cuadras, y queremos hacer las novenas en la calle, pero a muchos ya les da un poquito de susto salir a mirarlos”, contó una residente.
El comandante de la Policía Metropolitana, general Javier Martín, confirmó la hipótesis del conflicto: “Tenemos allá una situación con un grupo delincuencial, cuyos miembros pretenden enfrentarse internamente por el control territorial. Como consecuencia de eso, han asesinado a dos personas, pero allá también hemos dado resultados importantes, capturamos a varias personas e incautamos seis armas de fuego”, declaró.
El oficial agregó que “vamos a seguir interviniendo allí de manera contundente. No permitiremos que estos delincuentes vengan a generarnos violencia”.
Durante la oración colectiva del lunes, en las esquinas corrió el rumor de que “los Violeteros” estaban reunidos para pactar una tregua. “Ojalá sea así -expresó un vecino-, porque por aquí las navidades siempre han sido muy alegres”.