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Vivir, sentir y luchar como un deportista con discapacidad

Entre hoy y mañana presentaremos tres historias de inmersión en las prácticas deportivas de los paralímpicos. Nos “ponemos en los zapatos” de nuestros atletas.

  • Además de tener el mejor juvenil de Colombia, Juan Camilo Chalá, Antioquia cuenta con un grupo élite que es segundo en el ranquin nacional, detrás de Fuerzas Armadas. FOTO jaime pérez munevar
    Además de tener el mejor juvenil de Colombia, Juan Camilo Chalá, Antioquia cuenta con un grupo élite que es segundo en el ranquin nacional, detrás de Fuerzas Armadas. FOTO jaime pérez munevar
24 de abril de 2017
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La cita había sido pactada para las 12:30 p.m., pero algo me decía que era mejor llegar antes, y por eso a las 11:30 a.m. ya estaba en el coliseo de voleibol de la unidad deportiva Atanasio Girardot. El primer sorprendido al verme fue el técnico Miguel Ángel Ortiz Moreno, un santandereano más paisa que la arepa, pues los 40 años que lleva radicado en Medellín ya lo hacen un hijo más de esta región.

¡Tan temprano!, exclamó, saliendo a flote la franqueza de los nacidos en su tierra, y antes de poder contestarle algo, él mismo respondió: “bueno, mejor, así la invito a mi oficina para que hablemos”.

A esa hora, el escenario era un hervidero de gente que reía, gritaba y lanzaba vivas en las tres canchas de prácticas y en las graderías. Deportistas entrenando, otros compitiendo y varios más esperando el turno para usar el coliseo.

Al frente, una caseta, atendida por dos ancianos. “Es que acá nos ayudamos entre todos”, afirma el entrenador, mientras cuenta que estas dos personas que sobreviven con lo que allí ganan vendiendo delicias gastronómicas, les permiten guardar los implementos para el entrenamiento.

Así, en medio de un tinto caliente y un sol que quema la piel, inicia esta experiencia que, al final me debe permitir sentir y experimentar lo que los deportistas paralímpicos del voleibol viven a diario.

“Mire, allá viene uno de los chicos”, dice. Giro mi cabeza y me siento como perdida: veo a varias personas, todas en sudadera y tenis. El profe con algo de malicia apunta, “no sabe quién es, ¿cierto?”, lo miro y con mi cabeza asiento su observación. “Es que mis chicos son personas normales, el deporte les quitó los complejos y van por la vida felices, eso me llena más que cualquier título”.

Al frente aparece un joven, alto, moreno, de unos 25 años, quien saluda, toma la maleta con los balones y parte al coliseo. Es Henry Marulanda, uno de los integrantes de la Selección Antioquia que empieza el desfile, porque detrás de él van llegando otros deportistas a su cita de cada tres días en semana.

Miguel Ángel toma otra maleta con implementos y regresamos al coliseo. Allí, en medio de la algarabía y los balones que van de un lado al otro están ellos, los soldados, policías y civiles, quienes al desenfundar sus sudaderas y jeans, empiezan el ritual para dejar las prótesis en el banco y ponerse unas pantalonetas apropiadas para lanzarse al suelo y jugar allí.

Al verlos, me pregunto: ¿y cómo voy a hacer para que mis pies no me estorben y pueda jugar? Me detengo un segundo y pienso en ello: “¡que mis pies no me estorben!” y no puedo evitar que la frase la escuche mi acompañante de ocasión. “Tranquila, me dice, es lo mismo que sienten y piensan todos los convencionales que vienen a enfrentarse con nosotros en nuestros fogueos”. Y de inmediato me lanza un “salvavidas” al llamar a Fabián Ríos Uribe, el capitán de Antioquia de volei sentado.

Fabián cuenta que muy pequeño sufrió un accidente de tránsito y quedó con un problema en su tobillo izquierdo (cojera), pero la pasión y el amor que siempre ha sentido por el voleibol, lo llevó a entrenar con los deportistas convencionales y competir con ellos, aunque -recuerda-, tuvo que esforzarse demasiado, llegar dos horas antes que los demás para entrenarse y alcanzar el nivel de aquellos.

“Luché toda mi vida por estar en la Selección Antioquia y no me daba”, por eso, cuando Miguel Ángel y el sargento Torres -a quien conocen solo por este nombre- lo invitaron para iniciar el proceso de volei sentado, no lo dudó y de una se lanzó al suelo para jugar.

Con sus casi 1,90 de estatura, no tuvo problema para tirarse al rectángulo de madera no sin antes darme un consejo para lograr mi propósito: “yo aprendí a jugar con las piernas extendidas y abiertas, así puedo tener la movilidad necesaria para llegar a los balones sin cometer falta (levantarse del suelo) para recepcionar y responder”.

Es que desplazarse por el piso ayudado de las manos, sin despegar las nalgas, resulta más fácil para quienes perdieron sus piernas, como sucede con el soldado Deiber David Arredondo, quien un domingo de agosto de 2011, mientras cumplía con sus funciones en el Ejército, entró a un almacenamiento de panela para comprar mecato y en el mismo instante explotó una carga que habían dejado guerrilleros de las Farc. La detonación mató a algunos de sus compañeros y a él lo dejó sin sus dos extremidades inferiores.

Al despertar y ver que estaba vivo, Deiber siguió viendo la vida con optimismo, no se dejó ganar de la adversidad y empezó a forjar su nuevo futuro. Este hombre, residente en Copacabana, risueño y bromista, encontró en el deporte la mejor manera para sentirse útil y salir adelante.

Aunque lo suyo es el tiro deportivo, deporte en el que representa a Antioquia, aceptó la invitación del sargento Torres y hace 6 años también entrena volei. Lo hace por diversión, por compartir con ese grupo de amigos que se han convertido en una extensión de su familia.

Al entrenamiento del viernes llegó con un invitado muy especial: su hijo Julián David, quien es una de sus motivaciones para seguir en la brega.

Ya en acción son los mejores, sus movimientos y habilidades hacen que, quienes observan su juego se diviertan, dan un espectáculo de alto nivel, con clavadas, bloqueadas y jugadas de ensueño.

Estos héroes de la Patria seguirán puliendo su técnica, pensando no solo en llevar a Antioquia al primer lugar sino a Colombia, así como lo acaban de hacer los juveniles, orientados por el profesor Ortiz, quienes hicieron historia en Sao Paulo y se convirtieron en los primeros clasificados a nivel internacional para el Mundial.

En la cancha el equipo sigue jugando y a pesar de su amabilidad no logré, llegar a ningún balón, ni gateando, pues la coordinación entre el manejo de las manos para avanzar y golpearlo no es fácil, seguro tendría que volver muchas veces para, por lo menos, alcanzar a tocarlo.

Hacer los giros que ellos con destreza cumplen; extender los brazos, impulsándose desde atrás pues han desarrollado gran poder de elasticidad y potencia en los músculos de la espalda e intentar saltar, como si fuera un resorte es una tarea complicada para una persona llamada convencional.

A pesar de todo termino feliz y salgo recargada anímicamente, pues estos héroes me enseñaron que nada ni nadie puede detenerlos para alcanzar los sueños, ellos lo han logrado y son ejemplo de tenacidad

6
años de trabajo ajusta el grupo de voleibol sentado en Antioquia.

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