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El silencio que durante las últimas semanas mantuvieron los países con ideología cercana a la del Gobierno de Venezuela se rompió. Ayer, mientras China defendió la necesidad de respetar el principio de no injerencia entre gobiernos, en respuesta a las amenazas del presidente Donald Trump de intervenir militarmente en Venezuela, Irán condenó las amenazas del magnate y las calificó de “declaraciones intervencionistas y provocadoras”. Rusia hizo su parte y llamó “destructivas” las sanciones contra Venezuela, “que conducen al país a un callejón sin salida”.
En sus respectivas declaraciones, el trío fue enfático en la necesidad de que Caracas logre una salida negociada a su crisis, pero lo que hay de fondo es un temor a perder la oportunidad de influir en América Latina.
El elemento más importante que está en juego es que estos países son acreedores de Venezuela. Según difundió la Cámara de Auditoría rusa, Venezuela les debe 955 millones de dólares, mientras la cartera con China alcanza los 13,7 millones de dólares.
“Estos prestamistas se impactarían en un eventual colapso de Venezuela”, advierte Saúl Pineda, director del Centro de Pensamiento Competitivo de la Universidad del Rosario. No obstante, la deuda es muy inferior en relación con la fortaleza de las economías de estas potencias, por lo que, para él, el escenario es más bien geopolítico, “un microcosmos en el que los países se alinean al estilo de la Guerra Fría y buscan no quedarse por fuera de una tensión en la que interviene Washington”.
Según destaca el analista internacional Enrique Serrano, más que eso, lo que hay de por medio son intereses geoestratégicos sobre Venezuela, como el petróleo, las minas de uranio en la zona oriental, el hierro y otros minerales apetecibles. “Venezuela es un país minero, y su vocación va más allá de lo que este régimen pudiera establecer”, destaca.
El experto cree también que las advertencias de Trump no son más que “bravuconería” y responden a un estilo de política exterior diseñado por el establecimiento republicano en el que, cuando un país procede de modo desafiante y da la oportunidad de violentar el curso democrático, Estados Unidos se compromete.
Así las cosas, es probable que EE. UU. dialogue con China y Rusia en el orden diplomático para que estos países vayan cerrando sus compromisos con Venezuela y quede aún más claro el aislamiento como única estrategia posible frente al régimen de Maduro
“Eso es lo que hay detrás del discurso de Trump, y los acuerdos podrían ser muy parecidos a los de Corea del Norte. Los dos son regímenes de atención especial para Estados Unidos”, insiste Serrano.
Comparar la situación con la de Pyiongyang no es posible para Rodríguez. Según dice, Rusia y China comparten un espacio geográfico con Corea del Norte, ésta tiene armamento nuclear y su máximo líder, Kim Jong-un, genera más aversión que Maduro. “Son casos diferentes. Venezuela es insignificante en términos de confrontación con las potencias, y eso pesa al valorar la situación”, aclara.
La respuesta de Washington y del bloque afin a Venezuela no sorprende a Sebastián Bitar, internacionalista experto en Estados Unidos de la Universidad de Los Andes: “Las palabras de Trump son una improvisación sin un plan detrás ni discusión con su equipo de seguridad. El presidente solo quería mostrarse como un líder dispuesto a hablar fuerte en contra de otros países, mientras tanto Rusia y China, sabemos que son sistemas poco democráticos y tienen mucho interés en la estabilidad de Venezuela por el nivel de deuda tan grande”.
Acerca de la posibilidad de que EE. UU. dialogue con estos países para persuadir a Venezuela de un cambio, Bitar cree que la opción está muy abajo en la agenda de las potencias. Para él, hay muchas más prioridades, como las tensiones con Corea del Norte, Irán y Ucrania. Por lo pronto, solo vislumbra sanciones económicas a individuos clave en la política venezolana.