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¿Era Anthony Bourdain el rock star de la cocina?

Anthony Bourdain estaba grabando un episodio del programa de televisión Parts Unknown en Francia. Fue su
última travesía.

  • El cuerpo de Bourdain fue descubierto en la habitación de un hotel en Francia, por su amigo galoEric Ripert. FOTO EFE
    El cuerpo de Bourdain fue descubierto en la habitación de un hotel en Francia, por su amigo galo
    Eric Ripert.
    FOTO EFE
09 de junio de 2018
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Unos huevos cocidos con tostadas desmenuzadas y untadas de mantequilla. Ese era el recuerdo que tenía Anthony Bourdain de su madre. A eso le sabía su hogar.

“A veces es una hamburguesa –le dijo a The Guardian en 2013–, otras veces un cuenco de pho que me recuerda tiempos más felices, más románticos”.

Le importaban más los relatos que había detrás de un plato, que una presentación minimalista, perfecta. Esa que alaban los seguidores de la alta cocina, a él no lo desvelaban. Era un rebelde. Fea y sabrosa. Así le gustaba.

En sus tiempos al frente de los fogones, tenía la costumbre de llegar de primero a Brassiere Les Halles y, algunas veces, cuenta en su libro Confesiones de un Chef, su maestro pastelero lo sorprendía y estaba antes en el café restaurante en el que Bourdain cocinó en Nueva York desde 1998. En ese año el lugar ya cumplía un lustro en el distrito financiero de Manhattan, en la calle 15, entre Broadway y Nassau. Ahora ya no existe, cerró en 2017 por problemas legales. Bourdain no estuvo mucho tanto de tiempo completo, aunque se mantuvo su relación con ese espacio.

Las experiencias en Les Halles las recuerda en ese texto que lo hizo famoso, que permitió que, además de cocinero lo llamaran escritor, pues más adelante vinieron otros títulos que lo calificaron como el autor más vendido. Cada libro era para los lectores un delicioso plato: irresistible.

El trotamundos

Sus amigos le decían Tony, un hipocorístico desde su niñez, cuando por primera vez, después de terminar cuarto grado, comió sopa fría. Una “epifanía gastronómica” sobre la que reflexionaría años después, considerándola “el primer indicio de que la comida era algo más que una sustancia para meterse en la boca cuando uno tiene hambre”.

El segundo fue en el municipio francés de Vienne, en el restaurante La Pyramide, o bueno, en el parqueadero de este, después de que sus padres sibaritas estuvieran en el reconocido lugar y le dieran una sopa, vichyssoise.

Anthony disfrutaba de lo que él llamaba “el mundo de los restaurantes” y sus intríngulis. Sin embargo, dejó de cocinar, por lo menos como un oficio que le daba dinero, para convertirse en una celebridad con un pasado de parrillero, sartenero y marmitón (ayudante de cocina).

Además de autor se volvió una estrella nómada, como se lo dijo a la revista The New Yorker: “Viajo por el mundo, como mucha mierda y básicamente hago lo que me da la gana”. Aunque tampoco se salvó de los excesos y las drogas.

Su primer programa fue A Cook’s Tour (2002–2003), después grabó durante ocho años No Reservations (2005-2012), además de The Layover (2011–2013) .

Un episodio de la cuarta temporada de No Reservations lo trajo a Colombia en 2008. Estuvo en Cartagena y Medellín.

De pasó por la ciudad

Julián Estrada, antropólogo culinario, recuerda ese año en el que Anthony pidió que lo llevaran a su restaurante Quearepanemorarte. La visita estaba programada para que tardara una hora, sin embargo, el chef estuvo allá de 1:00 a 5:00 p.m., comió chorizo y sobrebarriga, “probó carne en polvo, sopa de arroz, tomate de árbol y aguardiente. Salió jincho”, comenta Estrada.

Para él, Bourdain es “uno de los primeros iconos de la gastronomía mundial que hizo programas de televisión pioneros en mostrar a alguien que viaja probando cocinas y preparaciones exóticas”.

El fotógrafo Federico Ruiz, que usa Viajes de un Chef. En busca de la comida perfecta (un libro de Bourdain) como referente en su taller, señala que el sartenero odiaba la TV, y en ese texto, que publicó en 2002, cuenta cómo la veía como un espacio de hipocresía, “pero como persona sensata e inteligente que era, la aprovechó para hablar no solo de cocina, también de problemas humanitarios, de crisis globales, de culturas desconocidas, de posibilidades de reconciliación entre las personas”.

Para Ruiz, el chef era un genio, y así como el científico Carl Sagan, “un loco” por sus formas de divulgar la cultura masivamente.

Bourdain fue un trotamundos que buscó la identidad. Esos platos extraños y deliciosos que significan algo, que lo llevaban a casa: en Medellín, por ejemplo, los probó.

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