- Ya han pasado dos presidentes de Colombia, ¡será que somos tres!-, fue mi cruce de palabras con el sacerdote que, con lista en mano, controlaba el ingreso al Altar de la Basílica de San Pedro para saludar a Su Santidad Benedicto, el día de su inauguración.
Me quedé sin saber de uno de los tres. El otro, pienso, era Julio Sánchez Cristo, con quien he tenido una amistad que remonta a su padre. Me esperó en el aeropuerto de Madrid y hablamos durante la escala, mientras yo cambiaba a otro avión comercial con destino a Roma. Mi única comitiva era el entonces capitán Rodolfo Amaya, compañero por quien guardo tanta gratitud. Me dijo Julio que quería ir a la posesión del Papa. “Lo espero en Roma”, le respondí, “pero vaya con ropita dominguera porque...