Septiembre de 1991. Durante un paseo por el centro de Estambul, encontramos parejas de jóvenes elegantemente vestidos. Curiosamente, las mujeres llevan el pañuelo islámico. Algo sorprendente en un país laico, que se había desembarazado, desde 1923, de las costumbres religiosas.
Cuatro años más tarde, un joven militante islámico, Taiyep Recep Erdogan, ostentaba el cargo de alcalde de Estambul. En 1998, la Justicia del país otomano le inhabilitó de por vida por haber recitado públicamente los versos del poeta nacional Ziya Gökalp: “Las mezquitas son nuestros cuarteles, las cúpulas nuestros cascos, los minaretes nuestras bayonetas y los creyentes nuestros soldados. Alá es grande, Alá es grande”. Aparentemente, el juez instructor encargado del “caso...