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Así es la dislexia en los niños

La dislexia es un problema de aprendizaje manejable a lo largo de la vida, y no impide a quien lo padece ser una persona exitosa y feliz.

  • La dislexia es manejable a lo largo de la vida y no impide a quien lo sufre ser una persona exitosa y feliz. Foto: Shutterstock.
    La dislexia es manejable a lo largo de la vida y no impide a quien lo sufre ser una persona exitosa y feliz. Foto: Shutterstock.
30 de diciembre de 2017
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Leer, escribir y hablar es como montar en bicicleta: de pequeños aprendemos a hacer muchas cosas al mismo tiempo con coordinación, pues diversas partes del cerebro trabajan para relacionar la letra con el sonido, luego combinar sonidos y letras, después formar palabras y reconocerlas. Con el tiempo, el lenguaje verbal y escrito se vuelven automáticos, lo que concentra nuestra energía en dar sentido al mundo y recordar lo que comunicamos.

Los niños con dislexia, sin embargo, presentan problemas para conectar letras y palabras con el sonido y desde ahí comienza la interferencia en su proceso de aprendizaje. De acuerdo con el pediatra John Lenin Arango, esta alteración es neurológica, probablemente hereditaria, comienza a ser evidente entre los cinco y los nueve años de edad, y se desconoce su causa concreta. No obstante, “la dislexia no es un retraso mental, sino que algo funciona distinto en el hemisferio izquierdo, donde se desarrollan la lectura y la escritura. Pero esto no debe afectar la relación del niño con el mundo, solamente su aprendizaje debe ser más especializado”, explica la fonoaudióloga Carolina Roldán Gómez.

La dislexia está comúnmente asociada con invertir el orden de las letras dentro de las palabras, como leer o escribir “sal” en lugar de “las”. Esas distorsiones, omisiones y adiciones son solo una parte de un trastorno que hace que la lectura sea lenta y de difícil comprensión; la escritura, de un modo espejo y el cálculo aritmético, complicado. El niño se concentra casi, exclusivamente, en asociar sonidos con letras, lo que imposibilita o dificulta la comprensión o memorización.

La buena noticia es que si la dislexia se detecta y se trata a tiempo, un niño con esta alteración puede convertirse en un buen lector, una persona brillante, feliz y exitosa.

Aprendiendo a sobrellevarla

Ninguna persona se cura de la dislexia, sin embargo, puede aprender a manejarla. Padecer este trastorno de aprendizaje puede implicar un daño emocional, porque “el niño al pensar que es menos que los otros, baja su autoestima y aumenta su frustración”, asegura el psiquiatra infantil Álvaro Franco. “Los niños con dislexia son en mayor proporción víctimas del matoneo escolar, las burlas de sus compañeros los vuelven reacios a la lectura, escritura y habla. Esto para ellos es una tortura que termina por disminuir sus oportunidades académicas”.

Lo que recomienda este psiquiatra y bioeticista es tener en cuenta el apoyo emocional en el diagnóstico y tratamiento, y nunca reducir las expectativas respecto al niño.

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Existen destacados artistas, atletas, científicos y empresarios que han logrado grandes cosas a pesar de sus problemas con la lectura.

Después de que un pediatra realiza un examen fisiológico con ayuda de oftalmólogos y otorrinolaringólogos, y se descartan causas fisiológicas que expliquen el comportamiento de los niños, se debe acudir a un neuropsicólogo, que decidirá qué especialista es ideal para el tratamiento: fonoaudiólogos, terapistas del lenguaje, foniatras, entre otros. “La dislexia debe diagnosticarse cuando el niño tiene más de siete años, pues las omisiones e inversiones son normales en las primeras fases de aprendizaje”, afirma Franco.

El objetivo de la terapia, después del diagnóstico, es que el niño aprenda a codificar y decodificar el lenguaje. Las sesiones y asesorías de algunos profesionales involucrados en este proceso están incluidas en el Plan Obligatorio de Salud (POS).

La mayoría de los niños con dislexia pueden aprender a leer si se les enseña correctamente a aprender nuevas maneras de recordar sonidos o si se les demuestra claramente cómo deben mover la boca, por ejemplo. Utilizar iconos de marcas o grabar las clases y las tareas que tengan en lugar de tomar nota, son estrategias utilizadas por los profesionales tratantes.

Roldán Gómez intenta conocer al niño para saber qué resulta más efectivo, enseñarle con lo que prefiera: deportes, caricaturas, entre otros. “Con un niño disléxico debe haber más dedicación, diagnóstico temprano, ayuda y no discriminación. Tiene que ser un trabajo especial en el aula de clase, en terapia, en la familia. Es fundamental que no lo comparen con otros niños, con los primitos o con el hermanito. Es una condición que no lo hace diferente, su forma de adquirir conocimiento es distinta. Es indispensable el apoyo emocional”, recomienda la fonoaudióloga.

La comprensión, la paciencia y el buen trato permiten que la dislexia llegue a ser casi inexistente. “Lo que más ayuda a un niño con dislexia es el amor”, puntualiza el pediatra John Lenin Arango.

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