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El mundo de la televisión es diverso, competido, plural. No se puede hablar de la televisión con generalizaciones ni uniformando todo su abanico como si fuera un sector que trabajara con pautas comunes. Hay televisión abierta, cerrada, pública, privada. Comercial o de interés público, sin ser estos dos términos antagónicos o necesariamente excluyentes.
Según la ley que rige el servicio de televisión en Colombia (definido así, como servicio) sus fines son “formar, educar, informar veraz y objetivamente y recrear de manera sana”. También están los de “propender por la difusión de los valores humanos y expresiones culturales de carácter nacional, regional y local”.
Donde de forma más clara deberían reflejarse estos valores y el logro de estos fines es en la televisión pública. Los canales privados de televisión, o los de señal cerrada (por suscripción), en ejercicio de la libertad de empresa y de expresión, apuntan a otros nichos de audiencias, con legítimas producciones de entretenimiento y franjas publicitarias.
De los canales públicos, sin perjuicio de los programas lúdicos o recreativos, se espera y reclama que no olviden sus objetivos primordiales: educativos, informativos, cívicos y culturales.
Es muy fuerte la influencia de la televisión. Según datos de la Autoridad Nacional de Televisión (ANT), el 91,8 % de los hogares colombianos tienen televisor y acceso a algún tipo de señal. Más que a cualquier otro medio. De allí que en buena medida la televisión pública pueda cumplir mejor el papel de divulgadora de valores, de conocimiento, de amplia cultura cosmopolita sin renunciar a la identidad de las regiones y municipios.
En Antioquia nació y operó el primer canal regional de Colombia, Teleantioquia, que el año pasado cumplió 30 años. Telemedellín celebró ya 18 años de emisión. En ambos asumirán nuevos gerentes que enfrentarán el reto de optar entre continuar siendo canales más gubernamentales que públicos, o de recuperar su sentido según los parámetros que definen los canales de interés público.
La utilización política de estos canales es una tentación permanente de los gobernantes. Los de aquí y los de todas partes (Canal Capital, Telesur). La emblemática calidad e imparcialidad de una BBC es la excepción.
Más que “TeleGobernador” o “TeleAlcalde” es mucho lo que pueden mostrar estos canales. Obviamente, es de interés publico saber qué están haciendo los elegidos popularmente para ejecutar un mandato. Es un derecho ciudadano y una obligación de quien gobierna.
Mediciones como la del Estudio General de Medios (EGM) muestran una caída sostenida de audiencia de Teleantioquia y Telemedellín. Es evidente que los regionales tienen que tener otra meta distinta a la de ponerse al servicio exclusivo del gobernante.
Hay activos valiosos, comenzando por el sincero afecto que por ellos siente la comunidad. Antioquia y Medellín tienen mucho para mostrar, y talento para saberlo hacer. Su televisión pública debe dar ese salto